“Todos ellos (los Apóstoles) perseveraban en la oración y con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hechos 1, 14).
Así se describe la primera novena en la historia de la Iglesia. Después de nueve días – desde la Ascensión del Señor hasta el primer Pentecostés – el Espíritu Santo descendió sobre los participantes. Resulta que hasta la fecha, la Iglesia recomienda la novena del Espíritu Santo, como la preparación ideal para Pentecostés.
El orden de la novena sera el siguiente:
- Señal de la Cruz
- Acto de Consagración al Espíritu Santo
- Lectura bíblica
- Consideración para el día correspondiente
- Antífona, versículo y oración particular
- Oración para implorar los Dones del Espíritu Santo
- Himno al Espíritu Santo
DÍA 6
Señal de la Cruz
Acto de Consagración al Espíritu Santo
¡Oh Santo Espíritu, Espíritu Divino de luz y de amor! Yo te consagro mi inteligencia, corazón y voluntad, para el tiempo y para la eternidad. Que mi entendimiento sea siempre dócil a tus divinas inspiraciones y a las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica, de la cual eres Tú su guía infalible; que mi corazón esté siempre inflamado en el amor de Dios y del prójimo; que mi voluntad se conforme siempre con la divina Voluntad; que toda mi vida sea imitación plenamente fiel de la vida y virtudes de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a quien, en el Padre y contigo, Espíritu Divino, sea honor y gloria por los signos de los siglos.
El Espíritu Santo Es Nuestra Fortaleza
Lectura del Evangelio de San Juan (16:7–8): “Sin embargo, o digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y, cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena.”
Consideración para este día:
Es patrimonio de las almas auténticamente religiosas y sinceras, el reconocer la nada del hombre, su limitado poder, así como lo costoso y difícil del deber de salvarse.
¡Qué poca cosa es el hombre y cuán numerosos los males y miserias que ha de soportar en su breve estancia sobre la tierra! Es disposición del Dios altísimo, que mientras dure nuestro tiempo de peregrinación en el mundo, trabajemos con ardor de la virtud en el importante negocio de nuestra salvación.
Las almas santas son templo del Dios eterno, fabricado mediante la práctica diaria de la virtud y la constante oposición a las sugestiones del pecado.
Grandes y penosos los trabajos que realiza el hombre para ganar el sustento de cada día. El asegurar los goces del cielo, conlleva sacrificios y penalidades sin cuento. Por el pecado de origen, en el que incurrimos los hombres, cargamos ahora con el resultado del desvío de la naturaleza inclinada al mal; con la rebelión de las pasiones; con los ataques del enemigo de las almas interesado en perderlas.
La bondad infinita de Dios no nos ha abandonado. Disposición sapientísima suya es que recurramos a su auxilio divino en todas las necesidades y desfallecimientos. Sin esta, Su ayuda Divina, trabajaríamos en vano. “Si el Señor no construye el edificio, en vano se fatigan los obreros”, (Sal. 127, 1).
La operación de Dios en la santificación de las almas es llevada a cabo mediante la actuación de su Espíritu Santo. Si le prestamos cooperación incondicional, no dudemos que podremos realizar obras grandiosas y divinas. Con Dios, con su gracias, nada hay demasiado difícil, nada insuperable: “Todo lo puedo en Aquel que me fortalece.” (Fil.4, 13)
Así pues, cuando te sientas desalentado, si te molestan las pasiones, cuando el enemigo sugiera el pecado, no desfallezcas. Recurre a tu Señor y pídele que te inflame con el fuego del Espíritu Santo.
Antífona: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones del tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Versículo: Envía tu Espíritu y serán creados. Y renovarás la faz de la tierra.
Rogámoste, Señor, que el Espíritu Santo nos inflame con el fuego que Nuestro Señor Jesucristo trajo a la tierra para que ardiera intensamente,
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
Oración para Implorar los Dones
Señor mío Jesucristo, que antes de ascender a los cielos, prometiste a tus apóstoles y discípulos enviar el Espíritu Santo para fijar en sus almas tu obra divina y redentora, te suplicamos: nos envíes a nosotros el mismo Santo Espíritu para que complete en las nuestras la obra de tu gracias y de tu amor. Desciendan copiosos a nosotros sus dones celestiales: la Sabiduría, para despreciar las cosas perecederas del mundo y sólo anhelar las eternas; el Entendimiento, que ilumine nuestras mentes con la luz de las verdades; el Consejo, que nos dé acierto en la elección de los medios más seguros para agradar a Dios y merecer el cielo; la Fortaleza, que nos ayude a soportar las cruces de la vida y a superar los obstáculos que se opongan a nuestra salvación; la Ciencia, que da el conocimiento de Dios y de nosotros mismos y que los Santos poseyeron; la Piedad, que hace dulce y agradable tu servicio; el temor reverente para con Dios y sus mandamientos y que conduce a evitar todo aquello que pueda desagradarle y ofenderle. Te suplicámos, en fin, o dulce y amable Señor, que dejes impresa en nuestras almas la señal de tus verdaderos seguidores y un ardiente deseo de amarte sobre todas las cosas. Amén.
Himno al Espíritu Santo
Espíritu Santo, ven aquí,
Espíritu Santo, ven a mí.
Quiero vivir, quiero ser feliz
Con tu poder dentro de mí.
Ahora sé lo que es vivir,
Puedo reír, puedo cantar.
Ahora sé que yo puedo amar,
Con tu poder dentro de mí.
Hermano, ¿Quieres vivir
La gloria del Señor?
Acepta pues esta bendición
Que será tu salvación
O
Alúmbranos, Espíritu divino,
Inflámanos con tu encendido amor.
De la virtud muéstranos el camino
Y enséñanos a orar con gran fervor.
Recíbenos, Espíritu divino
Y ábrenos a tu inspiración.