“Todos ellos (los Apóstoles) perseveraban en la oración y con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos.” (Hechos 1, 14).
Así se describe la primera novena en la historia de la Iglesia. Después de nueve días – desde la Ascensión del Señor hasta el primer Pentecostés – el Espíritu Santo descendió sobre los participantes. Resulta que hasta la fecha, la Iglesia recomienda la novena del Espíritu Santo, como la preparación ideal para Pentecostés.
El orden de la novena sera el siguiente:
- Señal de la Cruz
- Acto de Consagración al Espíritu Santo
- Lectura bíblica
- Consideración para el día correspondiente
- Antífona, versículo y oración particular
- Oración para implorar los Dones del Espíritu Santo
- Himno al Espíritu Santo
DÍA 2
Señal de la Cruz
Acto de Consagración al Espíritu Santo
¡Oh Santo Espíritu, Espíritu Divino de luz y de amor! Yo te consagro mi inteligencia, corazón y voluntad, para el tiempo y para la eternidad. Que mi entendimiento sea siempre dócil a tus divinas inspiraciones y a las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica, de la cual eres Tú su guía infalible; que mi corazón esté siempre inflamado en el amor de Dios y del prójimo; que mi voluntad se conforme siempre con la divina Voluntad; que toda mi vida sea imitación plenamente fiel de la vida y virtudes de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, a quien, en el Padre y contigo, Espíritu Divino, sea honor y gloria por los signos de los siglos.
El Espíritu Santo Es Fuente de Vida Sobrenatural
Lectura del Evangelio de San Juan (3, 3 – 6):
“Jesús le contesto:
- En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le pregunta:
- ¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?
Jesús le contesto:
- En verdad, en verdad te digo: El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu.”
Consideración para este día
Al crear Dios al hombre no se limitó solamente a revestirle de esta su sorprendente y admirable naturaleza humana, sino también le dio participación de su misma naturaleza divina, elevándola al estado sobrenatural de hijo suyo, y destinándole a los goces eternos del Cielo. Esta participación nos viene por la gracia de Dios. Es el Espíritu Santo quien la derrama sobre el mundo para renovar, con sus dones celestiales, la faz de la tierra.
Ni aún el pecado, con toda su malicia, pudo detener los torrentes abundantísimos de la misericordia y bondad infinita de Dios; antes bien fue Él quien dio la ocasión de su incremento.
Nuestro Redentor, Cabeza de su Cuerpo Místico del que nosotros somos miembros, posee la plenitud absoluta de esta gracia. Fue Él quien nos la mereció sobre abundantemente para que fuéramos deificados.
El Espíritu Santo es la Savia Vivificante que circula por la Vid, Cristo, de la que nosotros los bautizados somos ramas. Para rendir frutos de salvación hemos de recibir continua y plenamente de esta savia vivificadora del Espíritu eterno de Dios.
¡Deseemos ardientemente el aspirar constantemente a la posesión y acrecentamiento de la vida divina de nuestras almas, pidiendo a Dios nuestro Señor que derrame abundantemente sobre nosotros el Espíritu Santo para que alcancemos la vida eterna conforme a nuestra esperanza. (Tito 3, 6).
Antífona: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Versículo: Envía tu Espíritu y serán creados. Y renovarás la faz de la tierra
Te rogamos, Señor, te dignes llenar nuestras mentes con aquel Santo Espíritu en cuya sabiduría fuimos creados y por cuya providencia somos gobernados. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Oración para Implorar los Dones
Señor mío Jesucristo, que antes de ascender a los cielos, prometiste a tus apóstoles y discípulos enviar el Espíritu Santo para fijar en sus almas tu obra divina y redentora, te suplicamos: nos envíes a nosotros el mismo Santo Espíritu para que complete en las nuestras la obra de tu gracias y de tu amor. Desciendan copiosos a nosotros sus dones celestiales: la Sabiduría, para despreciar las cosas perecederas del mundo y sólo anhelar las eternas; el Entendimiento, que ilumine nuestras mentes con la luz de las verdades; el Consejo, que nos dé acierto en la elección de los medios más seguros para agradar a Dios y merecer el cielo; la Fortaleza, que nos ayude a soportar las cruces de la vida y a superar los obstáculos que se opongan a nuestra salvación; la Ciencia, que da el conocimiento de Dios y de nosotros mismos y que los Santos poseyeron; la Piedad, que hace dulce y agradable tu servicio; el temor reverente para con Dios y sus mandamientos y que conduce a evitar todo aquello que pueda desagradarle y ofenderle. Te suplicámos, en fin, o dulce y amable Señor, que dejes impresa en nuestras almas la señal de tus verdaderos seguidores y un ardiente deseo de amarte sobre todas las cosas. Amén.
Himno al Espíritu Santo
Espíritu Santo, ven aquí,
Espíritu Santo, ven a mí.
Quiero vivir, quiero ser feliz
Con tu poder dentro de mí.
Ahora sé lo que es vivir,
Puedo reír, puedo cantar.
Ahora sé que yo puedo amar,
Con tu poder dentro de mí.
Hermano, ¿Quieres vivir
La gloria del Señor?
Acepta pues esta bendición
Que será tu salvación
O
Alúmbranos, Espíritu divino,
Inflámanos con tu encendido amor.
De la virtud muéstranos el camino
Y enséñanos a orar con gran fervor.
Recíbenos, Espíritu divino
Y ábrenos a tu inspiración.