jueves, 30 de mayo de 2013

Visitas al Santísimo Sacramento y a María Santísima, por San Alfonso María de Ligorio



Acto para la comunión
espiritual


Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento; os amo
sobre todas las cosas y deseo recibiros en mi alma. Ya que ahora
no puedo hacerlo sacramentalmente, venid a lo menos
espiritualmente a mi corazón. Como si ya os hubiese recibido, os
abrazo y me uno todo a Vos. No permitáis, Señor, que vuelva
jamás a abandonaros.

Fórmula breve

Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento: Os amo y
deseo. Venid a mi corazón. Os abrazo; no os apartéis nunca de mí.

Se ganan 3 años de Indulgencia cada vez. Plenaria al mes
haciéndola todos los días. (Penit. 25 febrero 1933. Enchir. 164.)

Otros actos de amor y
jaculatorias


Ruégote, Señor mío Jesucristo, que a mi alma consuma la
encendida y suave fuerza de tu amor, para que yo muera de amor
de tu amor, ya que por el amor de mi amor te dignaste morir (San
Francisco).

Oh, amor no amado, amor no conocido! (Santa María Magdalena
de Pazzi).

Jesús amable, dulce amor mío!
¡Hiere e inflama mi pecho frío, que arda y se abrase siempre por
Ti!

Viva el amor de Jesús, nuestra vida y nuestro todo! ¡Viva María,
nuestra esperanza! Amén.


Exposición del Santísimo
Sacramento


En la Exposición del Santísimo Sacramento, sea privada, o en el
Copón dentro del Sagrario abierto, o solemne, o expuesto en la
Custodia, suele cantarse el siguiente himno:

"Pangè lingua gloriósi Corporis
mystérium,
Sanguínisque pretiósi,
Quem in mundi prétium.
Fructus ventris generósi.
Rex ef fúdit géntium".

Traducción castellana:
Cante la voz del Cuerpo más glorioso
El misterio sublime y elevado,
Y de la Sangre excelsa que, amoroso,
En rescate del mundo ha derramado,
Siendo fruto de un vientre generoso.
El Rey de todo el orbe, más sagrado.

Pueden también cantarse otros himnos y cánticos eucarísticos,
incluso populares.





Reserva al Santísimo
Sacramento


Cántase siempre este himno:

Tantum ergo Sacraméntum
Venerémur cérnui:
Et antiquum documéntum
Novo cedat rítui:
Praestet fides suppleméntum
Sénsuum deféctui.
Genitóri Genitóque
Laus et jubilátio.
Salus honor, virtus quoque Sit et benedictio.
Procedénti ab utróque
Compar sit laudátio.
Amen.

Traducción castellana:
Demos, pues, a tan Alto Sacramento,
culto y adoración, todos rendidos,
y ceda ya el antiguo documento
a los ritos de nuevo instituidos:
constante nuestra fe dé suplemento
al defecto de luz de los sentidos.
Al Padre con el Hijo sea dado
júbilo, aplauso y gloria eternamente,
salud, virtud y honor interminado;
y al Espíritu de ambos espirado
sea gloria y honor no diferente.
Amén.

V. Panem de Caelo praestitísti eis.
R. Omne delectaméntum in se habéntem.

V. Pan del cielo les disteis
R. Que contiene en sí todas las delicias.

ORÉMUS

Deus, qui nobis, sub Sacraménto mirábili, passiónis tuae
memóriam reliquísti, tríbue quaésumus ita nos Córporis et
Sánguinis tui sacra mystéria venerári, ut redemptiónis tuae
fructum in nobis júgiter sentiámus. 

Qui vivis et regnas in saécula
saeculórum.

R. Amen

OREMOS

¡Oh, Dios mío, que en el admirable Sacramento nos dejasteis la
memoria de vuestra Pasión! Concedednos, como os pedimos, que
de tal manea veneremos los misterios de vuestro Cuerpo y
Sangre, que perennemente sintamos en nosotros el fruto de
vuestra redención. Vos que vivís y reináis por los siglos de los
siglos.

R. Amén

Dada la bendición con el Santísimo, y colocado éste sobre el
altar, se suelen rezar las siguientes:

Alabanzas a Jesús y
María en reparación de
las blasfemias

* Bendito sea Dios.
* Bendito sea su Santo Nombre.
* Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
* Bendito sea el nombre de Jesús.
* Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
* Bendita sea su preciosísima sangre.
* Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
* Bendita sea la Gloriosa Santa María Madre de Dios.
* Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
* Bendita sea su Gloriosa Asunción.
* Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
* Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
* Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.


Indulgencia de 3 años: 

si se hace públicamente, de 5. Plenaria al mes
(Número 696).
  

 Visitas al Santísimo
Sacramento y a María
Santísima


Oración preparatoria para todos los días

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hombres estáis día y
noche en ese Sacramento, lleno de misericordia y amor,
esperando, llamando y acogiendo a cuantos vienen a visitaros;
creo que estáis presente en el Santísimo Sacramento del Altar; os
adoro desde el abismo de mi nada, os doy gracia por todos los
beneficios que me habéis hecho, y especialmente por haberos
dado todo a mí en ese Sacramento, por haberme concedido por
abogada a María, vuestra Madre santísima y por haberme llamado
a visitaros en este lugar santo.

Saludo hoy a vuestro amantísimo Corazón, y es mi intención
saludarlo por tres fines: el primero, para daros gracias por tan
insigne don; el segundo, para reparar las injurias que habéis
recibido de todos vuestros enemigos en este Sacramento, y el
tercero, para adoraros desde aquí en esta visita, en todos los
lugares de la tierra donde estáis sacramentado con menos culto y
más abandono.

Jesús mío, os amo con todo mi corazón. Me arrepiento de haber
ofendido tantas veces en mi vida pasada a vuestra bondad infinita.
Propongo mediante vuestra gracia no ofenderos más adelante; y
ahora, miserable como soy, me consagro enteramente a Vos,
renuncio a mi voluntad, a mis afectos, a mis deseos, a todo lo que
me pertenece, y os hago de ello donación. En adelante haced de
mí y de todas mis cosas cuanto os plazca.

No os pido ni quiero otra cosa que vuestro santo amor, la
perseverancia final y el perfecto cumplimiento de vuestra voluntad. 

Os recomiendo las almas del Purgatorio, y en particular
las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santísima.
Os recomiendo también todos los pobres pecadores. Por fin, oh
Salvador amantísimo, uno todos mis afectos a los de vuestro
amantísimo Corazón, y así unidos los ofrezco a vuestro eterno
Padre, pidiéndole en vuestro nombre se digne aceptarlos, y oiga
mis súplicas por amor vuestro.

Rezándola delante del Santísimo se ganan 5 años de Indulgencia
cada vez. Planaria, una vez al mes, rezándola todos los días,
confesando y comulgando y rogando por las intenciones del
Papa. (Penit. 25 febrero 1933. Colec. 182.)

Visita al Santísimo

Se lee la que corresponde al día del mes.

Comunión espiritual

Visita a María Santísima

Se hace ante alguna imagen suya.
Ver el texto correspondiente al día del mes.

Oración a María Santísima

Esta súplica debe repetirse cada día a fin de alcanzar el
poderosísimo patrocinio de María.

Inmaculada Virgen y Madre mía, María Santísima! A Vos, que
sois la Madre de mi Señor, la Reina del mundo, la Abogada, la
Esperanza y el Refugio de los pecadores, recurro en este día yo,
que soy el más miserable de todos. Os venero, Oh gran Reina, y
os agradezco todas las gracias que hasta ahora me habéis hecho,
especialmente la de haberme librado del infierno, que tantas
veces he merecido. Os amo, Señora amabilísima, y por el amor
que os tengo, os prometo serviros siempre y hacer todo lo posible
para que de los demás seáis también amada.

En Vos pongo todas mis esperanzas, toda mi salvación. 

Oh,
Madre de misericordia, aceptadme por vuestro siervo, y
acogedme bajo vuestro manto. Y ya que sois tan poderosa para
con Dios, libradme de todas las tentaciones o, al menos,
alcanzadme fuerza para vencerlas hasta la muerte. Os pido el
verdadero amor a Jesucristo, y de Vos espero la gracia de una
buena muerte.

¡Oh, Madre mía! 

Por el amor que tenéis a Dios, os ruego que
siempre me ayudéis; pero mucho más en el último instante de mi
vida. No me desamparéis, mientras no me veáis salvo en el cielo,
bendiciéndoos y cantando vuestras misericordias por toda la
eternidad. Amén. Así lo espero, así sea.

Visita al Patriarca San José


Véase el texto correspondiente al día del mes.

Oración a San José

Debe rezarse todos los días al finalizar la visita.

Acordaos, purísimo Esposo de la Santísima Virgen María, dulce
protector mío San José, que jamás se ha oído decir que ninguno
de los que han acudido a vuestra protección y reclamando vuestro
auxilio, haya quedado sin consuelo. Con esta confianza vengo a
vuestra presencia y me encomiendo fervorosamente a Vos. No
despreciéis mi súplica, ¡Oh Padre adoptivo del Redentor!, antes
bien, acogedla benignamente. Amén

Indulgencia de 500 días, núm. 472.


Visita 1ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

He aquí la fuente de todo bien, Jesús en el Santísimo Sacramento,
el cual nos dice: Quien tenga sed, venga a mí. ¡Oh, cuán
abundante raudal de gracias han sacado siempre los Santos de esta
fuente del Santísimo Sacramento, donde, como predijo el Profeta,
dispensa Jesús todos los méritos de su Pasión!: ¡Sacaréis agua de
las fuentes del Salvador! La condesa de Feria, aquella ilustre
discípula del B. Padre Maestro Avila, que se hizo religiosa de
Santa Clara, y fue llamada, por sus frecuentes y largas Visitas a
Jesús Sacramentado, la esposa del Santísimo Sacramento,
habiéndosele preguntado qué hacía en tantas horas como pasaba
ante el Adorable misterio del Altar, respondió: «Allí estaría yo
por toda la eternidad». Pues qué, ¿no está allí la esencia misma de
Dios, que será eterno sustento de los bienaventurados?

¡Ah, Dios mío! Preguntan, ¿qué se hace en presencia de Jesús
Sacramentado? ¿Y qué clase de bien deja de hacerse? Se ama, se
alaba, se agradece, se pide... Y ¿qué hace un pobre en presencia
de un rico?; ¿qué hace un enfermo ante el médico?; ¿qué hace un
sediento a la vista de una fuente cristalina?; ¿qué hace un
hambriento, en fin, ante un espléndido banquete?

¡Oh, Jesús mío amabilísimo, dulcísimo y amantísimo, vida,
esperanza, tesoro y único amor de mi alma! ¡Cuánto os costó el
quedaros con nosotros en este Sacramento!... Preciso es que
murieseis para quedar después sacramentado en nuestros altares.
Y luego, ¡cuántas injurias no habéis tenido que sufrir en este
Sacramento, para auxiliarnos con vuestra presencia! Mas todo lo
ha superado vuestro amor y el deseo que tenéis de ser amado de
nosotros.

Venid, pues, Señor, venid; entrad dentro de mi corazón, y cerrad
después la puerta para siempre, a fin de que no vuelva a entrar en
él ninguna criatura que quiera robarme parte de aquel amor que se
os debe y que yo consagro anteramente a Vos. Reinad en mí Vos
solo, amado Redentor mío; tomad sólo Vos posesión de todo mi
ser; y si alguna vez no os obedezco perfectamente, castigadme
con rigor, para que en adelante sea más diligente en complaceros
como Vos queréis.

Haced que nada desee, ni busque otro deleite que agradaros a
Vos, visitaros con frecuencia en vuestros altares, conversar con
Vos y recibiros en la Santa Comunión. Busque quien quisiere
otros bienes, que yo no quiero ni deseo otra cosa que el tesoro de
vuestro amor.

Este solamente quiero pediros al pie del altar. Haced que me
olvide de mí para acordarme únicamente de vuestra bondad.
Serafines bienaventurados, no os envidio vuestra gloria, sino el
amor que tenéis a vuestro Dios y Dios mío. Enseñadme, pues, lo
que he de hacer para amarle y darle gusto.

Jaculatoria. ¡Oh, Jesús mío, sólo a Vos quiero amar, sólo a
Vos quiero agradar!

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Otra fuente, para nosotros preciosísima, es nuestra Madre María,
tan rica en virtudes y gracias, dice San Bernardo, que no hay un
alma en el mundo que no participe de ellas. Fue María Santísima
colmada de gracia por Dios, como lo atestiguó el Angel al
saludarla, diciéndole: Dios te salve, llena de gracia. Mas no sólo
para Ella, sino también para nosotros, añade San Pedro Crisólogo,
recibió aquel tesoro, a fin de que hiciera participantes de él a
todos sus devotos.

Jaculatoria. Causa de nuestra alegría, rogad por nosotros.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Qué Ángel o que Santo, dice San Basilio, ha merecido ser
llamado Padre del Hijo de Dios? Sólo San José tiene derecho a
este título incomparable. Con este sólo nombre de Padre, fue José
fonrado por Dios más que los Patriarcas, Profetas, los apóstoles y
los Pontífices, ya que todos estos tienen el nombre de siervos;
mas San José lleva merecidamente el nombre de Padre.

¡Oh glorioso Patriarca! Yo venero en Vos al elegido de eterno
Padre para que compartiese con Él la altísima e incomparable
autoridad que goza sobre su Unigénito Hijo. Hacedme
experimentar vuestra gran privanza con Dios, y vuestra tierna
caridad para conmigo, alcanzándome todas las gracias que
necesito para conseguir la eterna salvación.

Jaculatoria. San José, Padre adoptivo del Hijo de Dios, rogad
por nosotros.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 2ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Dice el devoto Padre Nieremberg, que siendo el pan alimento que
se consume comiéndole y se conserva guardándole, quiso
Jesucristo quedarse en la tierra bajo las especies de pan, no sólo
para ser consumido al unirse por medio de la Santa Comunión
con las almas de los que le aman, sino también para ser
conservado en el Sagrario, y hacerse presente a nosotros,
recordándonos así el amor que nos tiene. San Pablo dice: Se
anonadó a sí mismo tomando forma de siervo. Mas ¿qué diremos
ahora viéndole tomar forma de pan?

Ninguna lengua es bastante, dice San Pedro de Alcántara, para
declarar la grandeza del amor que tiene Jesús a cualquier alma
que está en gracia; y por eso, queriendo este dulcísimo esposo
partir de esta vida, a fin de que su ausencia no nos fuese ocasión
de olvido, nos dejó por recuerdo este Santísimo sacramento, en el
cual Él mismo se quedaba; no queriendo que entre Él y nosotros
hubiese otra prenda para mantener despierta la memoria.

Pues, ¡oh Jesús mío!, ya que estáis en el Sagrario para oír las
súplicas de los miserables que acuden a pediros audiencia, oíd
ahora el ruego que os dirige el pecador más ingrato que vive entre
los hombre.

Arrepentido vengo a vuestras plantas, conociendo el mal que hice
en disgustaros; y primeramente os pido me perdonéis todos mis
pecados. ¡Ah, Dios mío; quién nunca os hubiera ofendido! Pero
¿sabéis lo que además anhelo?...Habiendo conocido vuestra suma
habilidad , enamorado estoy de Vos, y siento grandísimo deseo de
amaros y complaceros; mas si Vos no me ayudáis, no tengo
fuerza para ejecutarlo.

Dad a conocer, ¡oh gran Señor!, a toda la corte del Cielo vuestro
sumo poder y bondad inmensa, convirtiendo a un rebelde
miserable, como soy yo, en un verdadero amante vuestro. Vos
podéis y queréis hacerlo. Suplid todo lo que me falta, a fin de que
llegue a amaros mucho, o, a lo menos, tanto cuanto os tengo
ofendido. Os amo, Jesús, sobre todas las cosas; os amo más que a
mi vida, Dios mío, amor mío y mi todo.

Jaculatoria. Dios mío y mi todo.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Lleguémonos confiadamente al Trono de la gracia, a fin de
alcanzar misericordia y hallar la gracia con oportuno auxilio
(Hebr. 4, 16). Dice San Antonio que este trono es María, por
quien dispensa Dios todas las gracias. ¡Oh, Reina amabilísima! Si
tanto deseáis ayudar a los pecadores, ved aquí un gran pecador
que a vos recurre. Ayudadme mucho y ayudadme pronto.

Jaculatoria. Único refugio de los pecadores, tened
misericordia de mí (San Agustín).

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José


Habiendo Dios destinado a San José para ejercer el noble cargo de
padre sobre la augusta persona del Verbo encarnado, debe tenerse
por cierto que le confirió todas las dotes de sabiduría y santidad
que le eran menester para ello.

¡Oh, bienaventurado Patriarca! Vos que ahora estáis en el Cielo,
cerca de vuestro amado Jesús, tened compasión de mí, que vivo
todavía en este valle de miseria, rodeado de tantos enemigos y
siempre expuesto al peligro de perder la gracia de Dios.
Socorredme, pues, amorosamente; cubridme con las alas de
vuestro poderoso patrocinio, y no dejéis de protegerme hasta que
me halle en posesión de la patria bienaventurada.

Jaculatoria. Alcanzadme, glorioso San José, las gracias que
necesito para mi salvación.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 3ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

He aquí a nuestro Jesús, que no contento con haber dado la vida
en este mundo por nuestro amor, todavía quiso permanecer con
nosotros después de su muerte en el Santísimo Sacramento,
declarando que entre los hombres halla sus delicias. ¡Oh
hombres! (exclama Santa Teresa) ¿cómo podéis ofender a un
Dios, que asegura que con vosotros tiene sus delicias? Jesús halla
sus delicias en nosotros; ¿y no las hallaremos en Jesús, nosotros
singularmente, que hemos alcanzado la honra de habitar en su
palacio? ¡Cuán honrados se juzgan aquellos vasallos a quienes el
rey da lugar en su alcázar! Pues he aquí el palacio del Rey de los
reyes, ésta es la casa donde habitamos con Jesucristo. Sepamos
serle agradecidos y aprovecharnos de la conversación con el
Señor.

Aquí me tenéis, Señor mío y Dios mío, ante este altar, donde
residís de día y de noche por mí. Vos sois la fuente de todo bien,
Vos el médico de todos los males, Vos el tesoro de todos los
pobres. Aquí tenéis ahora a vuestros pies a un pecador, el más
pobre y más enfermo de todos, que os pide misericordia; tened
compasión de mí. No quiero que mi propia miseria me desanime;
porque veo que en este Sacramento bajáis del Cielo a la tierra,
solamente para mi bien.

Os alabo, os doy gracias y os amo; y si queréis que os pida alguna
limosna, ésta os pido, oídme: No quiero ofenderos más, dadme
luz y gracia para amaros con todas mis fuerzas. Señor, os amo con
toda mi alma; os amo con todos mis afectos. Haced que lo diga de
corazón, y que lo diga siempre en esta vida y por toda la
eternidad.

Virgen Santísima, Santos protectores míos, Ángeles y
bienaventurados de la Gloria, ayudadme todos a amar a mi
amabilísimo Dios.

Jaculatoria. Jesús, Buen Pastor, pan verdadero, ten
misericordia de nosotros; apaciéntanos, defiéndenos, y haz
que veamos tus bienes en la tierra de los vivos.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima


Sus lazos son ligaduras de salvación. Dice el devoto Pelbarto que
la devoción a María es una cadena de predestinación. Roguemos a
nuestra Señora que nos afiance siempre, y cada vez más
fuertemente, con amorosas cadenas en la confianza de su
protección.

Jaculatoria. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen
María!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Según San Juan Damasceno, el Señor dio a San José, con el fin de
falicitarle su cargo cerca de Jesús, las tres principales cualidades
de un excelente padre, esto es: el amor, la vigilancia y la
autoridad. Diole la autoridad de padre para que el Hijo de Dios le
obedeciese en todas las cosas; la solicitud y vigilancia de padre, a
fin de que le asistiese y custodiase con todo cuidado tan precioso
tesoro; y, finalmente, le dio el afecto de un tiernísimo padre.

¡Oh, Santo Patriarca! Vos, que tanto deseáis ver amado a Jesús,
alcanzadme un ardiente amor para con este Redentor divino.

Jaculatoria. Protegednos, bendito Patriarca, con paternal
amor.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 4ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Es tanto el gusto que experimentan los amigos del siglo en su
trato, que pierden días enteros departiendo juntos. Con Jesús
Sacramentado sólo sienten fastidio los que no le aman; mas los
Santos han hallado la gloria ante el Santísimo Sacramento. Santa
Teresa, después de su muerte , dijo desde el Cielo a una de sus
Religiosas:

Los de acá del Cielo, y los de allá de la tierra, hemos de ser unos
en el amor y pureza; los de acá viendo la esencia divina, y los de
allá adorando al Santísimo Sacramento, con el cual habéis de
hacer vosotros lo que nosotros con la esencia divina: nosotros
gozando, y vosotros padeciendo, que en esto nos diferenciamos.

He aquí, pues, nuestro paraíso en la tierra: el Santísimo
Sacramento. ¡Oh, Cordero inmaculado y sacrificado por nosotros
en la Cruz! Acordaos que yo soy una de aquellas almas que
redimisteis con tantos dolores y con vuestra muerte. Haced que os
posea siempre y que no os pierda jamás, ya que os habéis dado y
os dais a mí todos los días, sacrificándoos por mi amor en los
altares; y haced también que yo sea todo vuestro.

A Vos me entrego para que hagáis de mí cuanto os agrade. Os
doy mi voluntad; aprisionadla con los dulces lazos de vuestro
amor, para que sea eternamente esclava de vuestra voluntad
santísima. Ya no quiero vivir para satisfacer mis deseos, sino para
contentar a vuestra bondad. Destruid en mí todo lo que no os
agrade; concededme la gracia de no tener otro pensamiento que el
de complaceros ni otro deseo que el de conformarme con los
vuestros.

Os amo, carísimo Salvador mío, con todo mi corazón; os amo
porque deseáis que os ame; os amo porque sois infinitamente
digno de mi amor; siento no amaros cuanto merecéis. Quisiera,
Señor, morir por amor vuestro. Aceptad mi deseo, y dadme
vuestro amor.

Jaculatoria. ¡Oh, voluntad de mi Dios, a Vos por completo me
consagro!

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Yo soy la Madre del Amor Hermoso, dice María; es decir, del
amor que hermosea las almas. Santa María Magdalena de Pazzi
vio a María Santísima que iba repartiendo un licor dulcísimo, que
era el divino amor. Don es éste que sólo por medio de María se
dispensa: pidámoslo, pues a María.

Jaculatoria. Madre mía, esperanza mía, hacedme todo de
Jesús.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José


EL ejemplo de Jesucristo, que quiso en la tierra honrar a San José,
hasta el extremo de sujetarse en todo a su autoridad, debería
excitar en nosotros mucha devoción a este gran Santo; pues
merece ser muy honrado de los hombres quien por el Rey de
reyes fue tan honrado y enaltecido.

Vos sois también nuestro padre, oh glorioso San José, y nosotros
vuestros hijos, que ya somos hermanos de Jesús. Por este título
tenemos derecho a la ternura de vuestro corazón paternal, y
aguardamos confiados vuestra protección en esta vida, y
especialmente en la hora de nuestra muerte.
Jaculatoria. Concedednos la gracia de implorar vuestro
patrocinio con filial confianza. 


Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 5ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

El gorrioncillo -dice David- halló su habitación en los agujeros de
las casa, y la tortolilla en su nido; mas Vos, oh Rey mío y Dios
mío, para haceros encontrar de nosotros, y permanecer en nuestra
compañía, habéis puesto vuestro nido en los altares, y fijado en la
tierra vuestra habitación.

Preciso es, Señor, afirmar que sois en demasía amante de los
hombres; no sabéis ya qué hacer para que ellos os amen. Pero
haced aún, Jesús amabilísimo, que también nosotros os amemos
apasionadamente; pues no es razón que amemos con tibieza a un
Dios que con tanto amor nos regala. Atraednos a Vos con los
dulces atractivos de vuestro amor, y hacednos conocer las
hermosas prendas de que estáis adornado, para que os amemos.

¡Oh, Majestad y Bondad infinitas! Amáis en extremo a los
hombres, y habiendo procurado tanto el ser amado de ellos,
¿cómo son tan pocos los que os aman?... No quiero en adelante
ser, como he sido, del número infeliz de esos ingratos: resuelto
estoy a amaros cuanto pueda y a no amar sino a Vos. Y puesto
que lo merecéis y me lo mandáis con tanta instancia, quiero
complaceros. Haced, Dios de mi alma, que os agrade plenamente.
Os lo suplico y lo espero por los méritos de vuestra pasión. Dad a
quien los desee los bienes de la tierra, que yo sólo deseo y busco
el gran tesoro de vuestro amor. Os amo, Jesús mío; os amo,
Bondad infinita. Vos sois toda mi riqueza, toda mi alegría, todo
mi amor.

Jaculatoria. Jesús mío, Vos os habéis dado todo a mí; yo me
entrego todo a Vos.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días


Visita a María Santísima


Señora mía, San Bernardo os llama robadora de corazones. Dice
que vais robando los corazones con vuestra hermosura y bondad.
Robad también, os lo ruego, este corazón mío y toda mi voluntad.
Os la entrego toda; y unida a la vuestra, ofrecedla a Dios.

Jaculatoria. Madre amabilísima, rogad por mí.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Pasmados quedaron los hebreos cuando Josué mandó al sol que se
detuviese y vieron que el sol le obedeció. Mas, ¿qué comparación
puede caber entre Josué, que se ve obedecido del sol, criatura
inanimada, y José, que se ve obedecido de Jesucristo, que es el
mismo Hijo de Dios?

Humildísimo San José: ¡cuáles serían los sentimientos de vuestro
corazón, cuando veíais a Dios sometido a vuestras órdenes!

Oh, poderoso abogado de nuestras almas: rogad por mí a este
divino Redentor, decidle que me perdone mis pecados; decidle
también que me desprenda de las criaturas y de mí mismo;
decidle, en fin, que me encienda en su santo amor, y después
disponga de mí como le agrade.

Jaculatoria. Alcanzadme que obedezca siempre la voluntad de
Dios.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 6ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Dice Jesucristo que nuestro corazón estará donde esté nuestro
tesoro. Por esto los Santos, que no estiman ni aman otro tesoro
que a Jesucristo, tienen su corazón y todo su amor en el Santísimo
Sacramento.

Amabilísimo Jesús mío Sacramentado, que, por el amor que me
tenéis, estáis de noche y día encerrado en ese Sagrario; atraed, os
lo ruego, todo mi corazón de tal suerte que no piense sino en Vos,
ni ame, ni busque, ni espere otro bien que poseeros. Hacedlo por
los méritos de vuestra pasión, en cuyo nombre os lo pido y lo
espero.

Ah, Salvador mío Sacramentado y amante divino, ¡cuán amables
son las tiernas invenciones de vuestro amor para lograr que las
almas os amen! Oh, Verbo eterno, no os habéis contentado con
haceros hombre y morir por nosotros, sino que nos habéis dado
además este Sacramento por manjar, por compañía y por prenda
de gloria.

Os habéis dignado aparecer entre nosotros, ya como niño en un
establo, ya como pobre en un taller, ya como reo en una Cruz, ya
como pan en el altar. Decidme: ¿Qué más podíais inventar para
que os amásemos?...

¡Oh, amabilidad infinita! ¿Cuándo empezaré a corresponder de
veras a tantas finezas de amor? Señor, no quiero vivir sino para
amaros a Vos solo. ¿De qué me sirve la vida, si no la empleo toda
en amaros y complaceros a Vos, amado Redentor mío, que
empleasteis vuestra vida entera en mi bien? ¿Y a quién he de
amar sino a Vos, que sois todo hermoso, todo afable, todo bueno,
todo amoroso y todo amable?

Viva mi alma sólo para amaros; inflámese en amor con sólo
recordar el amor vuestro; y al oír mencionar el Pesebre, la Cruz,
el Sacramento, arda toda en deseos de hacer grandes cosas por
Vos, oh Jesús mío, que tanto habéis hecho y sufrido por mí.

Jaculatoria. Concededme, Señor mío, que antes de morir haga
yo por Vos alguna buena obra.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Como oliva hermosa en los campos... Yo soy, dice María, la
hermosa oliva de que brota siempre óleo de misericordia. Y estoy
en los campos a fin de que todos me vean y recurran a mí. "Oh,
piadosísima Reina -digámosle con San Bernardo-, jamás se ha
oído decir que haya sido de Vos abandonado ninguno de cuantos
se han acogido a vuestro amparo..."; no sea yo, pues, el primero
que, recurriendo a Vos, tenga la desventura de ser desamparado.

Jaculatoria. ¡Oh, María!, concededme la gracia de recurrir
siempre a Vos.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Tal era la sumisión que el Niño Jesús profesaba a San José, que
no daba un paso, no comenzaba una oración, no gustaba bocado,
ni descansaba sino conformándose con las órdenes del Santo. Esto
lo reveló Dios mismo a Santa Brígida, diciéndole: "Mi Hijo era de
tal modo obediente, que cuando José le ordenaba que hiciese algo,
al punto ponía manos a la obra."

¡Oh, Santa Patriarca!, yo también quiero dedicarme a vuestro
servicio. Mandadme lo que queráis, pues espero obedeceros en
todo, buscando solamente la gloria de Dios y mi propia
santificación.

Jaculatoria. Haced, San José gloriosísimo, que siempre sirva
yo fielmente a Jesús, a María y a Vos.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 7ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Este nuestro amoroso Pastor, que dio la vida por nosotros, sus
ovejas, no quiso ni aun muriendo separarse de otros. Aquí estoy -
dice-, ovejuelas amadas, siempre con vosotras; por vosotras me
quedé en este Sacramento, aquí me hallaréis, siempre que
quisiereis, para auxiliaros y consolaros con mi presencia. No os
dejaré hasta el fin del mundo, mientras permanezcáis en la tierra.

"Deseaba el Esposo -dice San Pedro de Alcántara- dejar a su
Esposa en esta larga ausencia alguna compañía para que no
quedara sola, y por eso instituyó este Sacramento, en el cual se
quedó Él mismo, que era mejor compañía que podía dejarle."

Benignísimo Señor, amabilísimo Salvador mío, aquí estoy ante
este altar, visitando en este día; mas Vos me pagáis esta visita con
amor infinito, cuando venís a mi alma en la Santa Comunión.
Entonces no sólo os manifestáis a mi, sino que os hacéis mi
alimento, y todo os entregáis y unís a mi alma; de suerte que
puedo con verdad decir: Ahora, mi buen Jesús, sois todo mío.

Pues, Señor, ya que os entregáis del todo a mí, razón es que yo
me entregue enteramente a Vos...Soy un vil gusanillo de la tierra,
y Vos el Rey del universo... ¡Oh, Dios de amor; oh amor de mi
alma! ¿Cuándo lograré verme del todo vuestro, no sólo en
palabras, sino también en obras? Vos podéis hacerlo.
Acrecentadme la confianza, por los méritos de vuestra sangre, a
fin de que obtenga seguramente de Vos la gracia de verme, antes
de la muerte, todo vuestro y nada mío.

Deseo amaros con todas mis fuerzas y obedeceros en cuanto
queráis. Sin interés, sin consolación, sin premio. Quiero serviros
sólo por amor, sólo por agradaros, sólo por complacer a vuestro
Corazón, tan apasionadamente enamorado de mí.

Amaros será mi premio. Oh, Hijo amado del Eterno Padre, tomad
mi libertad, mi voluntad, todas mis cosas, y a mí mismo
enteramente, y daos a mí. Os amo y os busco, por Vos suspiro; os
quiero, os quiero, os quiero.

Jaculatoria. Jesús mío, hacedme todo vuestro.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Amabilísima Señora: la Iglesia toda os saluda y llama esperanza
nuestra. Y puesto que sois la esperanza de todos, sed también la
esperanza mía. San Bernardo os llamaba: Toda la razón de su
esperanza, y decía: Espere en ti el que desespera. Así también
quiero decir yo, Madre mía; ya que hasta a los desesperados
salváis, en Vos pongo toda mi esperanza.

Jaculatoria. María, Madre de Dios, rogad a Jesús por mí.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

SI bien San José no tuvo en la tierra la formal autoridad de un
verdadero padre sobre la Humanidad sacrosanta de Jesucristo, la
tuvo al menos en algún modo como legítimo Esposo de María,
Madre natural del Salvador. Principalmente quiso el Señor que la
Virgen se desposase con el Santo Patriarca, para que éste
protegiera su honor y alimentase a su divino Hijo.

Yo venero en vos, admirable San José, la persona escogida por el
Espíritu Santo, que quiso confiaros a su Esposa inmaculada,
dándoosla por compañera. ¡Oh, castísimo Esposo de María y
Padre adoptivo de Jesús!, recomendad a entrambos eficazmente
mi alma, y alcanzadme la gracia que más necesito.

Jaculatoria. San José, amparadme ahora y en la hora de mi
muerte

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 8ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

A cualquier alma que visita a Jesús en el Santísimo Sacramento,
le dice el Señor las palabras que dijo a la Sagrada Esposa:
Levántate, date prisa, amiga mía, hermosa mía, y ven. Alma que
me visitas, levántate de tus miserias que aquí estoy yo para
enriquecerte de gracias. Date prisa, llégate cerca de mí, sin temer
mi Majestad, que se humilla en este Sacramento para quitarte el
temor y darte confianza. Amiga mía: ya no eres mi enemiga, sino
mi amiga, porque me amas y yo te amo. Hermosa mía: la gracia
te hermosea. Y ven, ven acá; abrázate conmigo y pídeme lo que
quieras con suma confianza.

Decía Santa Teresa que este gran Rey de la Gloria se ha ocultado
bajo las especies de pan en el Sacramento y ha cubierto su
Majestad, para animarnos a llegar con más confianza a su divino
Corazón.

Acerquémonos, pues, a Jesús con gran confianza y afecto;
unámonos con ÉL y pidámosle mercedes.

¡Cuál debe ser mi gozo, oh Verbo eterno hecho hombre y
Sacramento por mí, sabiendo que estoy delante de Vos, que sois
mi Dios, Majestad infinita, infinita bondad, que tanto amor tenéis
a mi alma! ¡Almas que amáis a Dios, dondequiera que estéis, en
el Cielo o en la tierra, amadle también por mí! María, madre mía,
ayudadme a amarle; y Vos, Señor amadísimo, sed el único objeto
de todos mis amores. Imperad en mi voluntad y poseedme por
entero.

Os consagro mi entendimiento, para que piense siempre en
vuestra bondad; os consagro mi cuerpo, para que me ayude a
complaceros; os consagro mi alma, para que sea enteramente
vuestra. Quisiera, amado de mi alma, que todos los hombres
conociesen el tierno amor que les tenéis, a fin de que todos
viviesen sólo para honraros y complaceros, como deseáis y
merecéis. Viva yo a lo menos siempre enamorado de vuestra
belleza infinita.

De hoy en adelante quiero hacer cuanto pueda para agradaros.
Propongo abandonar cualquier cosa que entienda no ser de
vuestro gusto, por mucho trabajo que me cueste, aunque hubiese
de perderlo todo, hasta la vida. ¡Dichoso yo si lo perdiese todo
para ganaros a Vos, Dios mío!

Jaculatoria. Jesús, amor mío, acogedme y poseedme del todo.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

María llama a todos los pequeñuelos que necesitan madre, para
que recurran a Ella como a la más amorosa de las madres. Dice el
devoto P. Nieremberg que el amor de todas las madres es una
sombra en comparación del amor que tiene María a cada uno de
nosotros. ¡Madre mía, Madre de mi alma, que me amáis y deseáis
mi salvación más que nadie después de Dios... mostrad que sois
Madre!

Jaculatoria. ¡Madre mía, haced que siempre me acuerde de
Vos!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

No sé -decía Santa Teresa- cómo se puede pensar en la Reina de
los Ángeles, en los años que pasó con el Niño Jesús, sin dar
gracias a San José por lo bien que les ayudó en ellos." Sí, porque
el Santo Patriarca estuvo siempre al lado de María para asistirla y
ayudarla en todas sus necesidades, así en Nazaret, como en todas
partes.

¡Oh, bienaventurado San José!: por aquel mutuo amor que
siempre reinó entre Vos y vuestra santísima Esposa María,
alcanzadme la gracia de servirla fielmente; de honrarla y amarla
con todas mis fuerzas; amadla Vos, bendecidla y glorificadla por
mí, a fin de que por vuestro medio se le tribute el culto que se le
debe y yo no puedo dignamente darle.

Jaculatoria. Concededme, San José celosísimo, que honre y
sirva a Jesús y a María como Vos los servisteis y honrasteis.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 9ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Vio San Juan en el Apocalipsis al Señor, ceñidos los pechos y
sostenidos con una faja de oro. No de otra suerte aparece Jesús en
el Santísimo Sacramento del Altar, con sus pechos henchidos en
la mísitica leche de las gracias que en su misericordia anhela
dispensarnos; y desde allí, cual una madre que, al sentir lleno el
pecho, vese precisada a buscar pequeñuelos a quien darlo para
que le alivien de su plenitud, así Él nos busca y nos invita
diciéndonos: Traídos seréis a mis pechos. "Ad úbera
portabímini."

El V. P. Baltasar Álvarez vio que Jesús estaba en el Sacramento
con las manos llenas de gracias buscando a quien dispensarlas. Y
Santa Catalina de Siena, siempre que se acercaba al Santísimo
Sacramento, llegábase con aquella prisa y ansia amorosa con que
un niño se acerca al pecho de su madre.

¡Oh, amadísimo Unigénito del Eterno Padre!, conozco que sois el
objeto más digno de ser amado; deseo amaros cuanto merecéis, o,
a lo menos, cuanto puede un alma desear amaros. Harto
comprendo que yo, traidor y rebeldísimo a vuestro amor, ni
merezco estar cerca de Vos, como estoy a hora en esta iglesia;
pero sé también que Vos buscáis mi amor, y sé que me decís: Hijo
mío, dame tu corazón. Amarás al Señor tu Dios con todo tu
corazón.

Conozco que me habéis conservado la vida y no me habéis
precipitado en el infierno para que me convierta enteramente a
vuestro amor. Y pues aún queréis ser amado de mí, aquí me
tenéis, Dios mío, a Vos me rindo, a Vos me entrego, ¡oh Dios!,
que sois todo bondad y amor. Os elijo por único Rey y Señor de
mi pobre corazón; Vos lo queréis y yo quiero dároslo; frío es y
asqueroso, pero si le aceptáis, Vos le mudaréis.

Mudadme, Señor mío, mudadme; no quiero vivir como en lo
pasado, tan ingrato y tan poco amante para vuestra bondad
infinita, que tanto me ama y merece infinito amor. Haced que, de
hoy en adelante compense todo el amor que he dejado de teneros
en la vida pasada.

Jaculatoria. ¡Dios mío, Dios mío!, quiero amaros, quiero
amaros...

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Del todo semejante a su Hijo Jesús, es su Madre María, que,
siendo Madre de Misericordia, no goza sino cuando socorre y
consuela a los miserables. Y es tan grande el deseo que tiene esta
Madre de dispensar gracias a todos, que, como dice el devoto
Bernardino de Bustos, más desea ella darte bienes y concederte
gracias, que tú deseas recibirlos.

Jaculatoria. ¡Esperanza nuestra, salve!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Toma al Niño." Estas palabras del Ángel dirigidas a San José,
parecen ser la aplicación del verso 14 del salmo 10: A tu cuidado
se ha dejado el pobre. "José -dice Dios-, yo he enviado a mi Hijo
a la tierra y le he enviado en traje pobre y humilde, sin ningún
esplendor aparente de riqueza ni de nobleza; por esto será
despreciado en el mundo, y será llamado hijo de artesano. A tu
cuidado he dejado el pobre: cuídale y séme fiel."

¡Oh, afortunado Patriarca, alcanzadme que prefiera despreciar
todos los honores y anteponga la pobreza a toda riqueza terrena!

Jaculatoria. Aprended de mí, que soy manso y humilde
corazón.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 10ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Oh, insensatos mundanos! -dice San Agustín-; desdichados,
¿adónde vais para satisfacer vuestro corazón? Venid a Jesús , que
sólo Él puede daros el contento que buscáis." Alma mía, no seas
tú tan insensata; busca sólo a Dios, busca el bien en el que están
todos los bienes, como dice el mismo Santo. Y si quieres hallarle
pronto, aquí le tienes cerca de ti; dile lo que deseas, pues está en
el Sagrario para oírte y consolarte.

No todos, dice Santa Teresa, consiguen hablar al rey; lo más que
algunos logran es hablarle por medio de tercera persona. Mas para
hablar con Vos, oh Rey de la Gloria, no se necesitan mediadores:
todos os hallan siempre dispuesto a darles audiencia en el
Sacramento del altar. Cualquiera que os desea os halla siempre
aquí y os habla familiarmente. Llegar a la persona del rey y
hablarle cara a cara , puesto que alguno lo consigue, ¿qué de
diligencias no supone? Porque los reyes de la tierra dan audiencia
pocas veces al año. Pero Vos, en este Sacramento, siempre que
nosotros queremos, nos dais audiencia, lo mismo de noche que de
día.

¡Oh, Sacramento de amor, que ya dándoos en la Comunión, ya
permaneciendo en los altares, sabéis, con los dulces hechizos de
vuestro amor, atraer a tantos corazones que enamorados de Vos,
pasmados por tanta bondad, arden felicísimos en vuestro amor y
piensan siempre en Vos!: atraed también este miserable corazón
mío, que desea amaros, y vivir esclavo de vuestro amor.

Por mi parte entrego, de hoy en adelante, en manos de vuestra
bondad, todos mis intereses, todos mis afectos y esperanzas, mi
alma y mi cuerpo y todo mi ser. Aceptadme, Señor, y disponed de
mí como os agrade. No quiero, no quejarme más de vuestras
santas disposiciones; pues sé que, procediendo de vuestro
amoroso Corazón, amorosas y para mi bien han de ser todas ellas.

Bástame que las queráis Vos, para quererlas yo también en el
tiempo y en la eternidad. Haced en mí y de mí cuanto queráis;
únome enteramente a vuestra voluntad, que es soberanamente
buena, y bella, y perfecta, y amable. ¡Oh, voluntad de mi Dios,
cuan agradable eres para mí! Quiero vivir siempre y morir unido y
sujeto a ti. Tu gusto es mi gusto; y quiero que tus deseos sean mis
deseos.

Dios mío, Dios mío, ayudadme; haced que desde hoy viva sólo
para Vos, sólo para querer lo que queráis sólo para amar vuestra
amable voluntad. Muera yo por vuestro amor, ya que Vos
moristeis por mí, y por mí os hicisteis alimento del alma.

Maldigo aquellos días en que hice mi voluntad con tanto disgusto
vuestro. Os amo, ¡oh, voluntad de Dios!, cuanto amo a Dios,
puesto que sois Dios mismo. Os amo con todo mi corazón, y a
Vos me entrego sin reserva.

Jaculatoria. ¡Oh, voluntad de Dios, tú eres mi único amor!

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima


Dice la excelsa Reina de los Cielos: En mi mano están las
riquezas...para enriquecer a los que me aman. Amemos, pues, a
María, si queremos ser ricos en gracias. El Idiota la llama
Tesorera de las gracias. ¡Bienaventurado el que con amor y
confianza recurre a María!

Jaculatoria. Madre amable, ruega por mí.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Dios constituyó a San José jefe y cabeza de la Sagrada Familia de
Nazaret, reducida en número, pero grande por la altísima dignidad
de los personajes que la componían. En aquella casa José manda,
y el divino Hijo obedece. Esta sujeción de Jesucristo, a la vez nos
demuestra su incomparable humildad y la gran dignidad de José,
superior a la de todos los demás Santos, si se exceptúa a la divina
Madre.

Recibidme, ¡oh, excelso Patriarca!, en el número de vuestros
siervos, y mandadme según os plazca, que yo procuraré
obedeceros prontamente.

Jaculatoria. San José, tutor y custodio de la Sagrada Familia,
orad por mí.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 11ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Procuremos no apartarnos -dice Santa Teresa- ni perder de vista a
nuestro a amado Pastor Jesús, porque las ovejas que están cerca
de su pastor son siempre las más atendidas y regaladas, siempre
reciben algún particular bocadillo de lo que él mismo come. Y si
acaeciere que el pastor duerme, la ovejuela no se aparta de él
hasta que se despierta, o le despierta ella misma con sus balidos,
para ser entonces de nuevo objeto de sus caricias y regalos.

Redentor mío Sacramentado, aquí estoy cerca de Vos, y no quiero
otro regalo que el fervor y perseverancia en vuestro amor.

Gracias te doy, ¡oh, santa fe!, porque me enseñas y aseguras que
en el divino Sacramento del Altar, en aquel Pan celestial, no hay
pan, sino que allí está realmente mi Señor Jesucristo, y que está
por mi amor. Señor mío y todo mi bien, creo que estáis presente
en el Santísimo Sacramento; y aunque desconocido a los ojos de
la carne, os reconozco con la luz de la fe, en la Hostia consagrada,
por Monarca del Cielo y de la tierra, y Salvador del mundo. ¡Ah,
dulcísimo Jesús mío!, así como sois mi esperanza, mi salvación,
mi fortaleza y mi consuelo, quiero que seáis también mi exclusivo
amor y el único blanco de todos mis pensamientos, deseos y
afectos. Más me complazco en la suma felicidad de que gozáis y
gozaréis eternamente, que de todo el bien que yo pudiera alcanzar
en el tiempo y en la eternidad.

Mi mayor contento es saber que Vos, amado Redentor mío, sois
plenamente dichoso y que vuestra felicidad es infinita. Reinad,
reinad, Señor mío, en toda mi alma; os la entrego sin reserva, para
que siempre la poseáis. Sean mi voluntad, mis sentidos y mis
potencias esclavos de vuestro amor, y no me sirvan en este mundo
más que para daros gusto y gloria.

Esta fue vuestra vida, ¡oh, primera Amante y Madre de mi Jesús,
María Santísima! Ayudadme, Señor, y alcanzadme que en lo
porvenir viva tan eternamente feliz en Dios, como Vos vivisteis.

Jaculatoria. Jesús mío, sea yo todo vuestro, y Vos todo mío.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Bienaventurado el que vela ante mis puertas todos los días y
aguarda a los umbrales de mi casa...¡Dichoso el que, como los
pobres que están a las puertas de los ricos, pide solícito limosna
ante las puertas de la misericordia de María; y más dichoso aún el
que procura imitar las virtudes que en María considera, y
especialmente su pureza y humildad.

Jaculatoria. Socórreme esperanza mía.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Escribe San Bernardo que José fue aquel siervo fiel y prudente,
escogido para ser no sólo el apoyo de la Madre de Dios y del
mismo Jesucristo, sino también el fidelísimo cooperador del gran
consejo. La salvación de los hombres, la redención del mundo,
fue, en efecto, la obra del gran consejo de las tres Personas de la
Santísima Trinidad; y José fue elegido para cooperar en cierto
modo a esta obra divina.

Protector mío San José, os ruego humildemente que me hagáis,
como Vos, diligente y fiel en el cumplimiento de los deberes de
mi estado.

Jaculatoria. San José bendito, guiadme al Cielo.
Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 12ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Quien ama a Jesús, está con Jesús, y Jesús está con él." Cuando
San Felipe Neri comulgó por Viático, al ver entrar el Santísimo
Sacramento, exclamó: Aquí está el amor mío, aquí está el amor
mío. Diga, pues, cada uno de nosotros en presencia de Jesús
Sacramentado: Aquí está el amor mío; éste es y será el blanco de
mis amores, durante toda mi vida, por toda la eternidad.

Vos, Señor y Dios mío, dijisteis en el Evangelio, que quien os
ame será amado de Vos más que otra cosa.

Venid, y asentad vuestra habitación en la pobre casa de mi alma,
de tal suerte, que nunca os apartéis de mí; o, por mejor decir, que
jamás os despida yo a Vos. Vos nunca os ausentáis si no sois
despedido. Mas así como os arrojé de mí en lo pasado, temo me
vuelva a suceder tamaña desgracia en lo venidero.

¡Ah! No permitáis que acaezca en el mundo esta nueva maldad y
horrenda ingratitud: que yo singularmente favorecido de Vos con
tantas gracias, llegue a echaros otra vez fuera de mi alma. Mas
¡ay! Que puede suceder...Por eso, Señor, prefiero la muerte, si es
de vuestro agrado, para que muriendo unido con Vos, con Vos
viva eternamente.

Sí, Jesús mío, así lo espero. Os abrazo y estrecho en mi pobre
corazón; haced que siempre os ame, y siempre sea amado de Vos.
Sí, Redentor mío amabilísimo, siempre os amaré, y siempre me
amaréis. Espero que nos amaremos siempre, ¡oh, Dios de mi
alma!, por toda la eternidad.

Jaculatoria. Jesús mío, quiero siempre amaros y ser amado de
Vos.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Los que se guían por mí, no pecarán." El que se ocupe en
obsequiarme -dice María- alcanzará la perseverancia. Los que me
esclarecen tendrán la vida eterna; y los que trabajan en hacer que
los demás me conozcan y amen.

Promete hablar siempre que puedas, pública o privadamente, de
las glorias y de la devoción de María.

Jaculatoria.- ¡Dignaos recibir mis alabanzas, Virgen sagrada!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

San José es llamado en el Evangelio hombre justo, hombre
perfecto, que posee todas las virtudes. Poseía, por consiguiente,
José, fe viva, esperanza firme, caridad ardiente para con Dios y el
prójimo, humildad profundísima, y todas las demás virtudes.

¡Oh, gran Santo, modelo perfectísimo de justicia y santidad!,
dignaos alcanzarme las virtudes que poseísteis Vos en tan alto
grado, y sobre todo un amor ardientísimo a Jesucristo y a su
santísima Madre.

Jaculatoria. Guiadme, santo Esposo de María, por la senda de
la perfección.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 13ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Mis ojos y mi corazón estarán ahí todos los días." He aquí cómo
Jesús cumple esta su hermosísima promesa en el Sacramento del
Altar, donde con nosotros se halla de noche y de día.

Pudiera, Señor mío, bastaros es estar en el Sacramento sólo de
día, cuando tuvieseis en vuestra presencia adoradores que os
acompañasen; mas ¿de qué os sirve permanecer ahí también por
la noche, en la cual los hombres cierran las iglesias y se retiran a
sus casas dejándoos enteramente solo?

Pero ya os entiendo; el amor os hizo prisionero nuestro; el amor
apasionado que nos tenéis, os unió a este mundo, de tal suerte,
que ni de noche ni de día os consiente apartaros de nosotros.

¡Ah, Salvador amabilísimo! Sólo esta fineza de amor debiera
obligar a todos los hombres a acompañaros siempre en el santo
Sagrario, hasta que por fuerza los echasen de allí; y al ausentarse,
deberían dejar al pie del altar su corazón y todos sus afectos en
obsequio del Dios humanado que permanece solo y oculto en el
Tabernáculo, hecho todo ojos para mirarnos y remediar nuestras
necesidades, y todo corazón, para amarnos, y esperando el
próximo día, en que las almas, sus amadas, vayan a visitarle.

Sí, Jesús mío, contentaros quiero. Os consagro toda mi voluntad y
todos mis afectos. ¡Oh, Majestad infinita de mi Dios!, os
quedasteis en este divino Sacramento, no sólo para estar presente
y próximo a nosotros, sino principalmente para comunicarnos a
vuestras almas predilectas.

Mas, Señor, ¿quién se atreverá a acercarse a vuestra mesa y
alimentarse de vuestro cuerpo?... O, más bien, ¿quién podrá
alejarse de Vos?... Os ocultáis en la Hostia consagrada, para
entrar dentro de nosotros. Ardéis en deseos de que os recibamos,
y gustáis de uniros a nosotros.

Venid, pues, Jesús mío, venid; deseo recibiros dentro de mí, para
que seáis el Dios de mi corazón y de mi voluntad. Cuanto es de
mi parte, Redentor mío amabilísimo, ceda a vuestro amor:
satisfacciones, placeres, voluntad propia..., todo os lo sacrifico.

Os amo, Dios mío, os amo, y por siempre a Vos sólo quiero amar.

Jaculatoria.- Atraedme con los lazos de vuetro amor.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Nos exhorta San Bernardo a que busquemos la gracia y a que la
busquemos por medio de María. Ella es -dice San Pedro Damián-
el tesoro de las gracias divinas; puede enriquecernos y quiere
enriquecernos. Por eso nos invita y llama ella misma: Quien sea
pequeñuelo, véngase a mí. Señora amabilísima, Señora
nobilísima, Señora benignísima, mirad a un pobre pecador, que a
Vos se encomienda y en Vos enteramente confía.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Jaculatoria. Apartad de mí, San José purísimo, las tentaciones
de impureza.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 14ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Amabilísimo Jesús, oigo que desde el Sagrario en que estáis, nos
decís: Este es mi descanso para siempre; aquí tendré mi
habitación, pues la escogí. Pues si Vos escogisteis vuestra
morada en el Altar, quedándoos con nosotros en el Santísimo
Sacramento, y por el amor que nos tenéis halláis aquí vuestro
reposo, razón es también que nuestros corazones habiten siempre
con Vos por amor, y tengan aquí todas sus delicias y descanso.

¡Felices vosotras, almas amantes, que no halláis en el mundo más
grato reposo que el estar cerca de vuestro Jesús Sacramentado! ¡Y
dichoso yo, Señor mío, si de hoy en adelante no tuviese delicia
mayor que permanecer en vuestra presencia, o pensar siempre en
Vos, que en el Santísimo Sacramento siempre estáis pensando en
mí y en mi bien!

¡Ah, Señor mío!, ¿por qué perdí tantos años en que no os amaba?
Años míos infelices, os maldigo y bendigo a Vos, ¡oh paciencia
infinita de mi Dios!, que tanto tiempo me habéis sufrido, siendo,
como era, ingrato a vuestro amor.

Mas con ser tan ingrato me esperasteis...¿Por qué, Dios mío, por
qué? Para que vencido algún día de vuestro amor y misericordia,
me entregase del todo a Vos. No quiero, Señor, resistir más; no
quiero más ser desagradecido.

Justo es que os consagre a lo menos este tiempo (poco o mucho)
que me resta de vida. Espero, Señor, que me ayudaréis para ser
enteramente vuestro. Si me favorecisteis cuando de Vos huía y
despreciaba vuestro amor, ¿cuánto más me favoreceréis ahora,
que os busco y deseo amaros? Dadme pues, la gracia de amaros,
¡oh, Dios digno de infinito amor!

Os amo con todo mi corazón, os amo sobre todas las cosas, os
amo más que a mi mismo, más que a mi vida. Me arrepiento de
haberos ofendido, bondad infinita; perdonadme, y junto con el
perdon, concededme la gracia de que os ame hasta la muerte en
esta vida, y por toda la eternidad en la otra.

Mostrad con vuestro poder, ¡oh, Dios omnipotente!, este prodigio
en el mundo: que un alma tan ingrata como la mía se transforme
en una de las más amantes vuestras. Otorgádmelo por vuestros
merecimientos, Jesús mío. Así lo deseo; así propongo practicarlo
toda mi vida; y Vos, que me inspiráis este deseo, dadme fuerzas
para cumplirlo.

Jaculatoria. Gracias os doy, Jesús mío, por haberme esperado
hasta ahora.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Nadie se salva -dice San Germán, hablando con María Santísima-
sino por Vos; nadie se libra de sus males sino por Vos; a nadie se
conceden gracias sino por vuestra intercesión." De suerte, Señora
y esperanza mía, que si no me ayudáis, perdido soy; y no podré
llegar a bendeciros en la Gloria. Pero creo, Señora, lo que dicen
los Santos, que no abandonáis a quien recurre a Vos; y que sólo se
pierde quien a Vos no acude. Yo miserable, recurro a Vos, y en
Vos pongo todas mis esperanzas.

Jaculatoria. Esta es mi confianza, ésta la razón toda de la
esperanza mía (San Bernardo).

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Si la voz de María bastó para santificar al Bautista y llenar del
Espíritu Santo a Isabel, ¿a qué santidad tan elevada no subiría la
bellísima alma de José, conversando por espacio de tantos años
con la Madre Dios? Y si María es la dispensadora de todas las
gracias que Dios concede a los hombres, ¿con cuánta profusión no
enriquecería de ellas a su castísimo Esposo?

Amado San José, Vos que fuisteis tan distinguido y privilegiado
en la participación de las grandezas de María, alcanzadme que
también yo conozca sus virtudes para imitarlas y sus esclarecidos
privilegios para honrarla y amarla con todas mis fuerzas.

Jaculatoria. Alcanzadme la gracia de amar, servir e imitar a
María Santísima.

Se lee la Oración a San José para todos los días 




Visita 15ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Decía el V. P. Francisco Olimpo, Teatino, no haber cosa en la
tierra que más vivamente encienda el fuego del divino amor en los
corazones de los hombres que el Santísimo Sacramento del Altar.

Por eso el Señor se mostró a Santa Catalina de Siena, en el
Santísimo Sacramento, como una hoguera de amor, de la cual
salían torrentes de divinas llamas, que se esparcían por toda la
tierra; quedando atónita la Santa al considerar cómo podían los
hombres vivir sin abrasarse de amor en medio de tanto amor
divino para con ellos.

Jesús mío haced que arda por Vos; haced que no piense, ni
suspire, ni desee, ni busque cosa laguna fuera de Vos. ¡Dichoso
yo si este vuestro santo fuego me inflamase, y, el paso que se
fuesen consumiendo mis años, fueran felizmente destruyéndose
en mí todos los afectos terrenos!

¡Oh, Verbo divino; oh, Jesús mío!, os veo enteramente
sacrificado, aniquilado y destruido por mi amor en ese Altar.
Justo es, pues, que así como Vos, víctima de amor, os sacrificáis
por mí, yo del todo me consagré a Vos. Sí, Dios mío y supremo
Señor, os sacrifico hoy toda mi alma, toda mi voluntad, mi vida
toda y a mí mismo.

Uno este mi pobre sacrificio con el sacrificio infinito que de sí
mismo os hizo, ¡oh, Eterno Padre!, vuestro Hijo Jesús, Salvador
mío, una vez en el ara de la Cruz, y que tantas veces os renueva
diariamente en los altares. Aceptadlo, pues, por los méritos de
Jesús, y dadme gracia para repetirlo todos los días de mi vida, y
para morir sacrificándome enteramente por honra vuestra.

Deseo la gracia, a tantos mártires concedida, de morir por vuestro
amor. Mas, si no soy digno de tal merced, concededme a lo
menos que os sacrifique mi vida, con toda mi voluntad, abrazando
la muerte que de Vos me fuere enviada. Señor, anhelo esta gracia;
quiero morir con la voluntad de honraros y complaceros, y desde
ahora os sacrifico mi vida, y os ofrezco mi muerte, sea cual fuere
y cuando quiera que venga.

Jaculatoria. Oh Corazón de mi amable Salvador, haced que
arda y siempre crezca en mí vuestro amor.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima


Permetidme, dulcísima Señora mía, que os llame con vuestro San
Bernardo: Toda la razón de mi esperanza, y que os diga con San
Juan Damasceno: En Vos he puesto toda mi confianza. Vos me
alcanzaréis el perdón de mis pecados, la perseverancia hasta la
muerte, y el ser libertado del Purgatorio. Todos cuantos se salvan
obtienen por Vos la salvación: de suerte que Vos, ¡oh María!, me
habéis de salvar . Quien tú quisieres, se salvará. Quered, pues,
salvarme y me salvaré; y como Vos salváis a todos los que os
invocan, os invocaré diciendo:

Jaculatoria. ¡Oh, salvación de los que os invocan, salvadme!
(San Buenaventura).

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Pasó José -dice San Lucas (2, 4)- desde Nazaret a la ciudad de
David, llamada Belén; y María dio a luz a su Hijo unigénito, y le
envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre." Considera aquí la
pena de José aquella noche en que nació el Verbo encarnado,
viéndose, con María, echados de Belén, y obligados a guarecerse
en un establo.

¡Oh, Santo Patriarca!, por la aflicción que experimentasteis
viendo al recién nacido Niño tan pobre, sin fuego y sin abrigo, os
ruego que me alcancéis un verdadero dolor de mis pecados, con
los cuales fui, or mi desgracia, causa de las lágrimas y de los
padecimientos de Jesús.

Jaculatoria. Haced, Santo mío, que imite la pobreza del Niño
Jesús.

Se lee la Oración a San José para todos los días
Visita 16ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Oh, si los hombres recurriesen siempre al Santísimo Sacramento,
para buscar remedio a sus males! Por cierto que no serían tan
miserables como son. Lloraba Jeremías, diciendo: ¿Acaso no hay
resina (o bálsamo) en Galaad; o no hay aquí médico? Galaad,
monte de la Arabia, rico en ungüentos aromáticos, es, como nota
Beda, figura de Jesucristo, el cual tiene dispuestos en este
Sacramento todos los remedios de nuestros males.

¿Por qué, pues, hijos de Adán (parece que nos dice el Redentor),
os quejáis de vuestros males, cuando tenéis en este Sacramento el
médico y el remedio de todos ellos? Venid a Mí todos...y yo os
aliviaré.

Diré, pues, con las hermanas de Lázaro: Ved que está enfermo el
que amáis. Señor, yo soy aquel miserable a quien amáis; tengo el
alma llena de llagas, por los pecados que he cometido. Vengo a
Vos, divino médico mío, a que me sanéis; y si queréis, podéis
sanarme. Sanad, pues, mi alma; porque pequé contra Vos.

Atraedme del todo a Vos, Jesús mío dulcísimo, con los
amabilísimos atractivos de vuestro amor. En más estimo estar
unido a Vos, que ser dueño de toda la tierra, y no deseo en este
mundo otra cosa que amaros. Poco tengo que ofreceros; pero si
pudiese poseer todos los reinos del mundo, quisiéralos solamente
para renunciarlos todos por amor vuestro.

Os entrego, pues, cuanto poseo: parientes, comodidades, gustos y
hasta los consuelos espirituales; os entrego mi libertad y mi
voluntad. Quiero daros todo mi amor. Os amo, bondad infinita, os
amo más que a mí mismo, y espero amaros eternamente.

Jaculatoria. Jesús mío, me entrego a Vos; recibidme.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima


Dijisteis Señora mía, a Santa Brígida: Si el hombre
verdaderamente arrepentido de cuanto hubiere pecado se vuelve
a mí, yo estoy pronta a acogerle. No miro la multitud de sus
culpas, sino el espíritu con que viene: ni me desdeño de curar y
sanar sus llagas; porque me llaman, y soy verdaderamente,
Madre de misericordia. Y ya que podéis y deseáis sanarme, A vos
recurro, celestial Remediadora: sanad las llagas de mi alma.

Jaculatoria. ¡Oh, María, tened piedad de mí!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Considera cuál fue el amor y la ternura de José al mirar con sus
propios ojos al Hijo de Dios hecho Niño, oyendo al mismo tiempo
a los ángeles, que cantaban alrededor de su recién nacido Señor.

Afortunado Patriarca, por aquel consuelo que experimentasteis al
ver por vez primera a Jesús Niño tan bello y graciosos,
alcanzadme la dicha de que yo también le ame con vivo amor en
la tierra, para ir después un día a gozar con Él en el Paraíso.

Jaculatoria. Concededme, bendito José, constante amor a
Jesús y a María.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 17ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

No saben la almas amantes hallar mayor contento que estar en
presencia de las personas que aman. Si amamos, pues, mucho a
Jesucristo, estemos aquí en su presencia. Jesús en el Sacramento
nos ve y nos oye, ¿y no le diremos nada?

Consolémonos con su compañía; gocémonos de su gloria y del
amor que le tienen tantas almas enamoradas del Santísimo
Sacramento; deseemos que todos amen a Jesús Sacramentado y le
consagren sus corazones; consagrémosle siquiera nosotros todo
nuestro afecto, y sea Él nuestro único amor, nuestro deseo único.

El P. Salesio, de la Compañía de Jesús, sentíase consoladísimo
sólo al oír hablar del Santísmo Sacramento, y nunca se saciaba de
visitarle; si le llamaban a la portería, si volvía a su aposento, si
andaba por la casa, procuraba siempre con tales ocasiones
menudear las visitas a su amado Señor; y así se notó que apenas
pasaba hora del día en que no visitase, mereciendo en fin morir a
manos de los herejes en defensa de la verdad del Sacramento.

¡Oh, si yo tuviese también la dicha de morir por tan hermosa
causa como es defender la verdad de este misterio, por el cual,
amabilísimo Jesús, nos disteis a conocer el tiernísimo amor que
nos profesabais! Pues ya que Vos, Señor mío, tantos milagros
hacéis en este Sacramento, haced todavía otro prodigio más,
atrayéndome del todo a Vos.

Me queréis enteramente para Vos, y bien lo merecéis. Dadme,
pues, fuerzas para amaros con todo mi afecto. Los bienes del
mundo dadlos a quien os plazca, que yo los renuncio todos. Lo
que quiero, y por lo que únicamente suspiro, es por vuestro amor.
Esto solo os pido y siempre os lo pediré. Os amo, Jesús mío; que
así sea siempre.

Jaculatoria. Jesús mío, ¿cuándo os amaré de veras?

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Cuánto me complace, Reina mía dulcísima, este hermoso nombre
con que os invocan vuestros devotos: Mater amábilis! Porque
Vos, Señora mía, sois sumamente amable y por vuestra
hermosura se enamoró de Vos el mismo Señor vuestro: El Rey
deseó tu belleza. Dice San Buenaventura que vuestro nombre es
tan amable para los que os aman, que sólo al pronunciarle u oírle
pronunciar, sienten que se inflama y acrecienta en ellos el deseo
de amaros. ¡Oh dulce!, ¡oh piadosa!, ¡oh amabilísima María! ¡No
es posible nombraros sin que se encienda y recree el afecto de
quien os ama!

Justo es, pues, Madre mía amabilísima, que os ame yo. Mas no
me contento sólo con amaros, sino que deseo, ahora en la tierra y
después en el Cielo, ser, después de Dios, el que más os ame. Y si
tal deseo es harto atrevido, cúlpese a vuestra amabilidad, y al
especial amor que me habéis demostrado; que si fueseis menos
amable, menos desearía yo amaros.

Aceptad, pues, ¡oh Señora!, este mi deseo. Y como prueba de uqe
lo aceptáis, alcanzadme de Dios este amor que os pido, ya que
tanto complace a Dios el amor que todos os tenemos.

Jaculatoria. ¡Madre mía amabilísima, os amo mucho!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Mandó a Herodes que fuesen degollados todos los ninños del
término de Belén. Mas Dios quiso librar por entonces a su Hijo de
la muerte, y envió un Ángel para avisar a José que tomase al Niño
y asu Madre y huyesen a Egipto. Y al punto José emprende aquel
viaje largo y penoso.

Santo protector mío, por vuestra pronta y continua obediencia a la
voluntad de Dios, alcanzadme la gracia de obedecer puntualmente
los preceptos divinos, y que en el viaje de esta vida no pierda
jamás la compañía de Jesús y María.

Jaculatoria. ¡Dichosos los que a Dios obedecen: nunca se
extraviarán!

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 18ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

En el valle de Josafat aparecerá Jesús un día sentado en trono de
majestad; mas ahora, en el Santísimo Sacramento, su asiento es
trono de amor.

Si el Rey, para mostrar el amor que tiene a un pastorcillo, fuese a
vivir a la aldea en que aquél habita, ¿qué ingratitud no sería la del
pastor si no fuese a visitarle a menudo, sabiendo que el Rey tanto
lo desea, y que allí había ido para tener ocasión de verle con
frecuencia? ¡Ah, Jesús mío!, conozco que por mi amor habéis
venido a estar con nosotros en el Sacramento del Altar. Quisiera,
pues, si me fuese dado, permanecer de día y de noche en
presencia vuestra.

Si los Ángeles, ¡oh, Señor mío!, no cesan de estar junto a Vos,
pasmados del amor que nos manifestáis, justo es que yo, viéndoos
por mi causa en este altar, os complazca, a lo menos,
permaneciendo ante Vos y alabando el amor y la bondad que para
mí tenéis. Delante de los Ángeles os alabaré; vendré a vuestro
templo a adoraros y ensalzaré vuestro Santo nombre por vuestra
misericordia y verdad.

¡Oh, Dios Sacramentado!; ¡oh, pan de los ángeles!; ¡oh, sustento
divino!, os amo. Mas ni Vos ni yo estamos satisfechos de este
amor mío. Os amo, pero os amo muy poco. Haced, Jesús mío, que
conozca la belleza y bondad inmensas que amo.

Haced que mi corazón deseche de sí todos los afectos terrenos, y
ceda todo el lugar a vuestro amor divino. Vos, para enamorarme
enteramente de vuestra bondad, y uniros a mí, descendéis cada día
del Cielo a los altares; razón es que yo sólo piense en amaros, en
adoraros y complaceros. Os amo con toda mi alma, os amo con
todos mis afectos. Si queréis pagarme este amor, dadme más
amor, más llamas que me estimulen siempre a amaros y a desear
siempre complaceros.

Jaculatoria. Jesús mío, amor mío, dadme amor.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Así como aquellos enfermos pobres a quienes por su miseria
todos abandonan, hallan su único refugio en los hospitales
públicos, así los más miserables pecadores, aunque todos los
despidieren, no se ven por esto desamparados de la misericordia
de María, a quien Dios puso en el mundo con el fin de que fuese
el asilo y hospital público de los pecadores, como dice San
Basilio. Y por esto San Efrén la llama también el refugio de los
pecadores.

Así, pues, si acudo a Vos, Reina mía, no podéis desecharme por
mis pecados. Antes bien, cuanto más miserable soy, tanto más
motivo tengo para ser acogido bajo vuestra protección, ya que
Dios, para asilo de los más miserables, quiso crearos. A vos
recurro, pues, ¡oh María!: bajo vuestro mando me pongo. Vos
sois el refugio de los pecadores: sed, por lo tanto, mi refugio y la
esperanza de mi salvación. Si Vos me desecháis, ¿adónde
acudiré?

Jaculatoria. María, refugio mío, salvadme.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Considera cuál debió de ser la pena de San José en la huida a
Egipto, viendo cuánto sufrían su santa Esposa, no acostumbrada a
caminar mucho, con aquel amable Niño, que llevaban, ora el uno,
ora el otro, en sus brazos; yendo fugitivos y temerosos de
encontrar a cada paso los soldados de Herodes; y todo esto en lo
más crudo del invierno.

¡Oh, Padre adoptivo de Jesús!, por aquellos padecimientos que
sufristeis en el viaje a Egipto, alcanzadme fuerzas para
sobrellevar con perfecta paciencia y resignación todas las
incomodidades e infortunios que me sobrevengan en este valle de
lágrimas.

Jaculatoria. ¡Oh, bendito José!, dadme paciencia perfecta en
todas las adversidades.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 19ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Cosa gratísima es el hallarse cada uno en compañía de un amigo
querido; ¿y no ha de sernos deleitable en este valle de lágrimas
estar en compañía del mejor Amigo que tenemos, del que puede
darnos todo bien, del que puede darnos todo bien, del que nos
ama apasionadamente, y por eso de continuo se halla con
nosotros?

Aquí, en el Santísimo Sacramento, podemos hablar con Jesús a
nuestra voluntad, abrirle nuestro corazón, exponerle nuestras
necesidades y pedirle mercedes; podemos, en suma, tratar con el
Rey del Cielo en este misterio, sin encogimiento y con toda
confianza.

Muy dichoso fue José cuando Dios, como atestigua la Escritura,
descendió con su gracia a la prisión en que estaba para consolarle:
Bajó con él a la cárcel, y entre las cadenas no le olvidó. Pero
mucho más venturosos somos nosotros teniendo en nuestra
compañía, en esta tierra de miseria, a nuestro Dios hecho hombre,
que con su presencia real nos asiste tan afectuosa y
compasivamente todos los días de nuestra vida.

¿Qué consuelo no es para un pobre encarcelado tener un amigo
cariñoso que vaya a hablar con él, le consuele, le dé esperanzas, le
socorra, y trate de alentarle en sus desdichas? Pues he aquí a
nuestro buen amigo Jesucristo, que en este Sacramento nos anima
diciéndonos: Aquí estoy con vosotros todos los días. Aquí estoy
todo con vosotros, y he venido de propósito desde el Cielo a esta
vuestra prisión para consolarlos, favoreceros y libertaros.

Acogedme, entreteneos siempre conmigo, uníos a Mí, que así no
sentiréis vuestras miserias, y después vendréis conmigo a mi
reino, donde os haré plenamente bienaventurados.

¡Oh, Dios, océano incomprensible! Ya que sois tan benigno, que
para estar junto a nosotros os dignáis descender a nuestros altares,
propongo visitaros con frecuencia; quiero gozar lo más que me
sea posible de vuestra presencia dulcísima, que hace
bienaventurados a los Santos en la Gloria. ¡Oh, si pudiese
permanecer siempre ante Vos, para adoraros y amaros
continuamente!

Despertad, os lo ruego, alma mía, si por tibieza o por negocios del
mundo se descuida en visitaros. Encended en mí grandísimo
deseo de estar siempre cerca de Vos en este Sacramento. 

¡Ay,
Jesús mío amoroso, quién siempre os hubiera amado y
complacido! Consuélame el pensar que todavía me queda tiempo
de amaros, no sólo en la otra vida, sino también en la presente.

Así quiero practicarlo; quiero amaros de veras, sumo bien mío, mi
amor, mi tesoro, mi todo...; quiero amaros con todas mis fuerzas.

Jaculatoria. ¡Dios mío, ayudadme a amaros!

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Dice el devoto Bernardino de Bustos: "Pecador, cualquiera que
fueres, no desconfíes; recurre a esta Señora con certidumbre de
ser socorrido, y la hallarás con las manos colmadas de
misericordia y de gracias. Y sabe -añade- que más desea la
piadosísima Reina hacerte bien, que tú el ser socorrido por Ella."

Siempre doy gracias a Dios, ¡oh, Señora mía!, porque hizo que yo
os conociese. ¡Pobre de mí, si no os conociera, o si me olvidase
de Vos! Gran riesgo correría mi salvación. Pero yo, Madre mía,
os bendigo, os amo y confío en Vos, y en vuestras manos pongo
mi alma.

Jaculatoria. ¡Oh, María!, dichoso quien os conoce y en Vos
confía.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

EL Señor ha prometido recompensar a quien en su nombre dé a
un pobre un jarro de agua. ¡Cuán grande, pues, habrá sido la
recompensa recibida por José, ya que Él puede decir a Jesús: "¡No
sólo te he proporcionado con el sudor de mi frente cuanto
necesitabas, sino que hasta te salvé la vida, librándote de las
manos de Herodes!"

¡Oh, santo Patriarca!, por las fatigas y penas que sobrellevasteis
por amor de Jesús, os suplico me alcancéis todas las gracias que
necesito, para conformarme enteramente con los designios de la
adorable Providencia, y para conseguir la eterna gloria.

Jaculatoria. ¡Oh, San José misericordioso!, alcanzadme
verdadera caridad.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 20ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

En aquel día -dice el Profeta- habrá una fuente abierta para la casa
de David y para los moradores de Jerusalén, en la cual se lave el
pecador." (Zac. 13, 1.) Jesús en el Santísimo Sacramento es esta
fuente, que el profeta predijo, abierta para todos, y en la cual,
siempre que lo quisiéremos, podemos lavar nuestras almas de
todas las manchas de los pecados que cada día cometemos.

Cuando alguno incurre en una culpa, ¿qué remedio mejor hallará
que acudir en seguida al Santísimo Sacramento? Sí, Jesús mío, así
propongo hacerlo siempre, mayormente sabiendo que el agua de
esta vuestra fuente, no sólo me lava, sino que también me da luz y
fuerza para no recaer y para sufrir alegremente las contrariedades,
y a la vez me inflama en vuestro amor.

Sé que con este fin me esperáis y que recompensáis con
abundantes gracias las visitas de los que os aman. ¡Ah, Jesús
mío!, purificadme de cuantas faltas hoy he cometido;
arrepiéntome de ellas por haberos disgustado. Dadme fuerzas para
no recaer, concediéndome grande anhelo de amaros mucho.

¡Oh, quién pudiera permanecer cerca de Vos, como lo hacía
aquella fidelísima sierva vuestra, María Díaz, que vivió en tiempo
de Santa Teresa, y obtuvo licencia del Obispo de Ávila para
habitar en la tribuna de una iglesia, donde casi de continuo asistía
ante el Santísimo Sacramento, a quien llamaba su vecino, sin
apartarse de allí sino para ir a confesarse y comulgar.

El Venerable Fray Francisco del Niño Jesús, Carmelita Descalzo,
al pasar por las iglesias donde estaba el Sacramento, no podía
abstenerse de entrar a visitarle, diciendo no ser decente que un
amigo pase por la puerta de su amigo sin entrar siquiera a
saludarle y a decirle una palabra. Mas él, no se contentaba con
una palabra, sino que permanecía ante su amado Señor todo el
tiempo de que podía disponer.

¡Oh, único e infinito bien mío!, veo que instituisteis este
Sacramento y que moráis en ese altar con el fin de que os ame; y
para esto me habéis dado un corazón capaz de amaros mucho.
Mas yo, ingrato, ¿por qué no os amo, o por qué os amo tan poco?
No, no es justo que sea amada tibiamente bondad tan amable
como sois Vos: a lo menos, el amor que me tenéis, merecería de
mí muy otro amor.

Vos sois Dios infinito, y yo un gusanillo miserable. Poco fuera
que por Vos muriese y me consumiera por Vos, que habéis
muerto por mí, y que cada día por amor mío os sacrificáis
enteramente en los altares.

Merecéis ser muy amado, y yo os quiero amar mucho: ayudadme,
Jesús mío, ayudadme a amaros y a ejecutar lo que tanto os
complace y tanto queréis que yo haga.

Jaculatoria. Mi amado para mí, y yo para él.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Reina mía dilcísima, piadosísima y amabilísima, ¡qué confianza
tan hermosa me infunde San Bernardo cuando acudo a Vos!
Díceme que no os paráis en examinar los méritos de los que
recurren a vuestra misericordia, sino que os ofrecéis para auxiliar
a todos cuantos se dirigen a Vos. De suerte que si yo os pido
gracias, Vos me escucháis benigna.

Oíd, pues, qué cosa os pido: pobre pecador soy, que merece mil
infiernos. Quiero mudar de vida; quiero amar a mi Dios, a quien
tanto he ofendido. A Vos me ofrezco por esclavo; a Vos me
entrego, mísero como soy. Salvad, os digo, a quien es vuestro, y
ya no suyo. Señora mía, ¿me habéis oído? Espero que me habréis
escuchado y atendido favorablemente.

Jaculatoria. ¡Oh, María, tuyo soy, sálvame!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días


Visita 21ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Doquiera que estuviere el cuerpo, allí se congregarán las águilas."
Este cuerpo es el de Jesús, según los sagrados Expositores, en
torno del cual las almas generosas y desprendida, que a manera de
águilas se remontan sobre las cosas de la tierra y vuelan al Cielo,
por el cual con pensamientos y afectos suspiran de continuo como
por su perpetua morada, hallan su Paraíso en este mundo de tal
modo, que parece no se sacian jamás de permanecer en su
presencia.

Que si las águilas, dice San Jerónimo, al olor de su presa desde
muy lejos acuden presurosas a buscarla, ¿cuánto más no
deberemos nosotros correr y volar hacia Jesús en el Santísimo
Sacramento, como el más regalado cebo de nuestras almas? Por
eso los Santos, en este valle de lágrimas, corrieron siempre cual
ciervos sedientos a esta fuente.

El Padre Baltasar Álvarez, de la Compañía de Jesús, en cualquier
ocupación en que se hallase, dirigía los ojos a menudo hacia
aquella parte donde sabía que estaba el Sacramento; le visitaba
con suma frecuencia, y a veces pasaba junto a Él noches enteras.
Lloraba al ver los palacios de los potentados llenos de gentes, que
obsequian a un hombre de quien sólo esperan cualquier mísero
bien, y tan abandonadas las iglesias, donde habita el Supremo
Príncipe del universo, que con nosotros mora en la tierra como en
trono de amor, rico de bienes eternos e inmensos; y decía que era
grandísima la dicha de los Religiosos, pues en sus casas mismas
pueden visitar, cuando quisieren, de noche y de día, a este gran
Señor en el Sacramento, cosa que no pueden lograr los seglares.

Ya que Vos, Señor mío amantísimo, a pesar de verme tan
miserable e ingrato a vuestro amor, me llamáis con tanta bondad
para que me llegue a Vos, no quiero desanimarme por mis
miserias: aquí vengo, a Vos me acerco. Convertidme enteramente;
arrojad de mí todo amor que no sea para Vos, todo deseo que no
os agrade, todo pensamiento que a Vos no se dirija. Jesús mío,
amor mío, sólo a Vos quiero dar gusto.

Únicamente Vos merecéis mi amor, y a Vos solo quiero amar con
toda mi alma. Apartadme de todo, Señor mío, y unidme con Vos;
pero unidme de tal suerte, que no pueda volver a separarme de
Vos, ni en esta ni en la otra vida.

Jaculatoria. Jesús mío dulcísimo, no permitas que me aparte
de ti.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Llama Dionisio Cartujano a la Santísima Virgen: La Abogada de
todos los inicuos que a ella recurren, ¡Oh, excelsa Madre Dios!,
puesto que es oficio vuestro defender las causas de los reos más
delincuentes que a Vos acuden, vedme aquí a vuestros pies. A
Vos recurro, diciéndoos con Santo Tomás de Villanueva: Ea,
pues, Abogada nuestra, cumple tu oficio. Encargaos de mi causa.

Verdad es que he sido reo de graves delitos a los ojos del Señor,
multiplicando mis agravios después de tantos beneficios y gracias
como me ha concedido; pero el mal, hecho está, y Vos podéis
salvarme. Basta que digáis a Dios que Vos me defendéis, y Él me
perdonará y me salvaré.

Jaculatoria.- Madre mía amantísima, Vos me habéis de salvar.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José


María y José sabían cuanto los profetas habían predicho de Jesús;
y es de creer que hablarían muy a menudo de su dolorosa Pasión
y Muerte, meditándola con ternura.

¡Oh, padre compasivo!, por aquellas lágrimas que derramasteis
pensando en la Pasión de Jesús, alcanzadme continua y tierna
memoria de los dolores de mi Redentor; y por aquella santa llama
de amor, que ardía en vuestro corazón, haced que prenda siquiera
una centella de él en mi alma, que con sus pecados tanto
contribuyó a los padecimientos de Jesús.

Jaculatoria. San José, protector mío, haced que el recuerdo de
la pasión de Jesucristo me conforte y anime

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 22ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Andaba la esposa de los Cantares buscando a su amado, y porque
no le hallaba, iba preguntando: ¿Por ventura, habéis visto al que
ama mi alma? Entonces no estaba Jesús en la tierra; mas ahora, si
un alma que le ama le busca, hállele siempre en el Santísimo
Sacramento.

Decía el B. P. Maestro Ávila que, entre todos los santuarios, no
acertaba a hallar ni desear ninguno más estimable que una iglesia
donde estuviese el Santísimo Sacramento.

¡Oh, amor infinito de mi Dios, digno de infinito amor! ¿Cómo
pudisteis, Jesús mío, llegar a abatiros tanto que para morar con los
hombres y uniros a sus corazones, os humillasteis hasta ocultaros
bajo las especies de pan? ¡Oh, Verbo humanado!, fuisteis tan
extremado en humillaros, porque extremado fuisteis en amar.

¿Cómo podré no amaros con todo mi ser sabiendo cuánto habéis
hecho por cautivar mi amor?

Os amo muchísimo y por eso antepongo vuestro beneplácito a
todos mis intereses y a todas mis satisfacciones. Mi contento es
contentaros, Jesús mío, Dios mío, amor mío y mi todo. Fomentad
en mí un encendido deseo de estar continuamente delante de Vos
sacramentado, y de recibiros y haceros compañía. Ingrato sería yo
si no aceptara convite tan dulce y suave. 

¡Ah Señor!, destruid en
mí todo afecto a las cosas creadas.

Vos queréis, Creador mío, ser el único blanco de todos mis
suspiros y de todos mis amores. Os amo, bondad amabilísima de
mi Dios. No os pido más que a Vos mismo. No quiero mi
contento; quiero y me basta el vuestro. Aceptad, Jesús mío, este
buen deseo de un pecador que quiere amaros.

Ayudadme con vuestra gracia.

Haced que yo, mísero esclavo del infierno, sea desde hoy feliz
esclavo de vuestro amor.

Jaculatoria. Os amo, buen Jesús mío, sobre todo bien.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima


Dulcísima Señora y Madre mía, soy un vil rebelde a vuestro
excelso Hijo; pero acudo arrepentido a vuestra piedad para que
me alcancéis perdón. No me digáis que no podéis, pues San
Bernardo os llama la Dispensadora del perdón. A Vos toca
también ayudar a los que en peligro se hallan; que por eso os
denomina San Efrén, Auxilio de los que peligran.

¿Y quién, Señora mía, peligra más que yo? Perdí a mi Dios y he
estado ciertamente condenado al infierno; no sé todavía si Dios
me habrá perdonado; puedo perderle aún. Pero de Vos, que podéis
alcanzarlo todo, espero todo bien: el perdón, la perseverancia, la
gloria. Espero ser, en el reino de los bienaventurados, uno de los
que más ensalcen vuestras misericordias, ¡oh, María!, salvándome
por vuestra intercesión.

Jaculatoria. Las misericordias de María cantaré eternamente.
Eternamente las alabaré.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Si los dos discípulos que iban a la villa de Emaús se sintieron
inflamados de amor divino en los pocos momentos que
acompañaron al Salvador y oyeron sus palabras, ¿qué deberemos
pensar de las llamas de santa caridad que se encenderían en el
corazón de José conversando por espacio de cerca de treinta años
con Jesucristo, acariciándole y recibiendo las caricias de aquel
amado Niño?

¡Oh, afotunadísimo San José, que por tantos años tuvisteis la
envidiable suerte de beber en la fuente de la divina caridad!
Alcanzadme amor fervoroso y perseverante hacia Jesús, que me
haga despreciar todo otro amor y me separe totalmente de las
criaturas, para unirme estrechamente al Sumo Bien.

Jaculatoria. Glorioso San José, haced que yo ame a mi Señor
Jesús.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 23ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Padecen muchos cristianos grandes fatigas y se exponen a
innumerables peligros por visitar los lugares de la Tierra Santa en
que nuestro amabilísimo Salvador nació, padeció y murió.

No necesitamos emprender tan largo viaje, ni exponernos a tales
riesgos; cerca tenemos al mismo Señor, el cual habita en la iglesia
a pocos pasos de nuestras casas.

Pues si los peregrinos tienen por gran ventura, como dice San
Paulino, traer de aquellos Santos Lugares un poco de polvo del
pesebre, o del sepulcro del Señor, ¿con qué fervor no debiéramos
nosotros ir a visitarle en el Santísimo Sacramento, donde está el
mismo Jesús en persona, sin ser preciso para hallarle correr tantos
trabajos ni peligros?

Una persona religiosa a quien Dios concedió ferviente amor al
Santísimo Sacramento, escribe en una carta, entre otros, estos
afectos: "Conozco -dice- que todo mi bien procede del Santísimo
Sacramento; y por esta razón me he entregado y consagrado
enteramente a Jesús Sacramentado."

"Veo que hay innumerables gracias que no se conceden porque no
se acude a este Sacramento divino; y veo también el gran deseo
que nuestro Señor tiene de dispensarlas por este medio. ¡Oh,
Santo misterio! ¡Oh, Sagrada Hostia! ¿Qué cosa habrá fuera de ti
en que Dios ostente más su poderío?; porque en esta Hostia está
cifrado cuanto Dios por nosotros hizo.

"No envidiemos a los bienaventurados; que en la tierra tenemos al
mismo Señor, y con más prodigios de su amor. Procurad, pues,
que todos aquellos con quienes habléis, se dediquen del todo al
Santísimo Sacramento. Hablo de esta suerte, porque este
Sacramento me saca fuera de mí. No puedo dejar de hablar del
Santísimo Sacramento, que tanto merece ser amado. No sé qué
hacer por Jesús Sacramentado."

¡Oh, Serafines, cuán dulcemente estáis ardiendo de amor junto al
Señor vuestro y mío! Y con todo, no por vuestro amor, sino por el
amor que a mí me tiene, quiso el Rey del Cielo quedarse en este
Sacramento. Dejad, pues, ¡oh. Ángeles amantes!, que se encienda
mi alma; inflamadme en ese vuestro fuego, para que juntamente
con vosotros arda yo también.

¡Oh, Jesús mío!, dadme a conocer la grandeza del amor que tenéis
a los hombres, a fin de que a vista de tanto incendio de caridad,
crezca en mí cada vez más el deseo de amaros y complaceros. Os
amo, Señor amabilísimo; y quiero amaros siempre sólo para
agradaros.

Jaculatoria. Jesús mío, en Vos creo, en Vos espero, os amo, y a
Vos me entrego.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Amabilísima Virgen, San Buenaventura os llama: Madre de los
huérfanos; y San Efrén: Refugio de los huérfanos. ¡Ay!, estos
huérfanos miserables no son sino los pobres pecadores que han
perdido a su Dios. Yo, pues, recurro a Vos, Virgen Santísima.
Perdí al Señor, mi Padre; mas Vos, que sois mi Madre, haréis que
le recobre.

En tal desventura, os pido socorro; ayudadme. Vos... ¿Quedaré
sin consuelo?... ¡Ah!, no, que Inocencio III me dice de Vos:
¿Quién la invocó y no fue por Ella atendido?... Y ¿quién ha orado
antes Vos sin que le hayáis escuchado y favorecido? ¿Quién se ha
perdido de los que acuden a Vos? Sólo se pierde el que a Vos no
recurre. Así, pues, Señora mía, si queréis salvarme, haced que
siempre os invoque y que en Vos confíe.

Jaculatoria. María, Santísima Madre mía, haced que confíe
en Vos.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

La vida de José en presencia de Jesús y de María, era una
continua oración, rica en actos de fe, de confianza, de amor, de
completa resignación a la voluntad divina, y de consagración
entera de sí mismo a la gloria de Dios. Por eso el glorioso
Patriarca, que después de María excedió en mérito y santidad a
los demás Santos, también los supera a todos en la gloria del
Cielo.

Santo Patriarca mío, alcanzadme que viva siempre unido con
Dios, resistiendo los asaltos del infierno, y que muera amando a
Jesús y a María.

Jaculatoria. Jesús, José y María, con Vos descanse en paz el
alma mía.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 24ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Eres verdaderamente Dios escondido." En ninguna otra obra del
divino amor se verifican tan a las claras estas palabras como en
este adorable misterio del Santísimo Sacramento, donde Dios
verdaderamente está de todo en todo escondido.

En la Encarnación, el Verbo Eterno ocultó divinidad, y apareció
en la tierra hecho Hombre; mas residiendo con nosotros en este
Sacramento, Jesús esconde también su humanidad, y sólo
descubre -dice San Bernardo- las apariencias de pan, para
demostrarnos de este modo el tiernísimo amor que nos tiene:
Cubre su divinidad, recata su humanidad y sólo aparecen por de
fuera las entrañas de su ardentísima caridad.

A vista, pues, del extremo a que llega, ¡oh, amado redentor mío!,
el amor que tenéis a los hombres, quedó, Dios mío, fuera de mí, y
no sé que decir. Vos por este Sacramento llegáis por amor a
esconder vuestra Majestad, y abatir vuestra gloria, y destruir y
anonadar vuestra vida divina. Y mientras estáis en los altares,
parece que no tenéis otro ejercicio que el de amar a los hombres,
y patentizarles el cariño que les profesáis. Y ellos, ¿con qué
gratitud lo recompensan, oh, hijo excelso de Dios?

¡Oh Jesús!, ¡oh, amador (permitidme decirlo) excesivamente
apasionado de los hombres, pues veo que anteponéis su bien a
vuestra misma honra! ¿No sabéis acaso a cuántos desprecios
había de exponeros vuestro amoroso designio? Veo, y mucho
mejor lo veíais Vos, que la mayuor parte de los hombres no os
adora, ni os quiere reconocer por lo que sois en este Sacramento.

Sé que muchas veces esos mismos hombres han llegado a pisar
las Hostias consagradas, y a arrojarlas por tierra, y en el agua y en
el fuego. Y veo también que la mayor parte de los que en Vos
creen, en vez de reparar con sus obsequios tantos ultrajes, o
vienen a los templos a disgustaros más con sus irreverencias, u os
dejan olvidado en los altares, desprovistos a veces hasta las luces,
o de los necesarios ornamentos.

¡Ah, si yo pudiese, dulcísimo Salvador mío, lavar con mis
lágrimas, y aun con mi sangre, aquellos infelices lugares en que
fue tan ultrajado en este Sacramento vuestro amor y vuestro
amantísimo Corazón! Mas si tanto no se me concede, a lo menos
deseo y propongo, Señor mío, visitaros a menudo para adoraros,
en reparación de los ultrajes que recibís de los hombres en este
divinísimo misterio.

Aceptad, ¡oh Eterno Padre!, este cortísimo obsequio, que en
desgravio de las injurias hechas a vuestro Hijo Sacramentado os
tributa hoy el más miserable de los hombres. Aceptadlo en unión
de aquella honra infinita que os dio Jesucristo en la Cruz, y os da
todos los días en el Santísimo Sacramento. ¿Oh, si pudiese lograr,
Jesús mío Sacramentado, que todos los hombres estuviesen
enamorados del Santísimo Sacramento!

Jaculatoria. ¡Oh, amable Jesús!, haced que todos os conozcan
y os amen.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

SEÑORA mía poderosísima: cuando me asalta algún temor
acerca de mi salvación eterna, cuánta confianza experimento con
sólo recurrir a Vos, y considerar, de una parte, que Vos, Madre
mía, sois tan rica en gracias, que San Juan Damasceno os llama El
amor de la gracia; San Buenaventura, La fuente de donde brotan
juntas las gracias todas; San Efrén, El manantial de la gracia y
de todo consuelo, y San Bernardo, La plenitud de todo bien; y,
por otra parte, considero que sois tan inclinada a otorgar
mercedes, que os creéis ofendida, como dice San Buenaventura,
de quien no os pide gracias.

¡Oh, riquísima, oh sapientísima, oh clementísima reina!
Comprendo que Vos conocéis mejor que yo las necesidades de mi
alma, y que me amáis más de lo que yo puedo amaros. ¿Sabéis,
pues, qué gracia os pido hoy? Alcanzadme la que estiméis más
conveniente para mi alma; pedid ésta a Dios para mí, y así
quedaré contento y satisfecho.

Jaculatoria. ¡Dios mío, concededme las gracias que María os
pida para mí!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

San José, después de haber prestado fieles servicios a Jesús y a
María, llegó al fin de su vida en la casa de Nazaret. Allí, asistido
de Jesucristo, y de María, su Esposa, con una paz propia ya del
Paraíso, salió de esta miserable vida, con muerte tan
inefablemente dulce y preciosa que, como decía San Francisco de
Sales, murió San José por la fuerza del amor, como murió la
Virgen, su Esposa.

Protector mío San José: mis pecados me han merecido, sin duda,
una mala muerte; pero si Vos me defendéis, no me perderé.
Alcanzadme en la última hora particular asistencia de Jesús y de
María.

Jaculatoria. Jesús, José y María, amparadme en mi última
agonía.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 25ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Alaba San Pablo la obediencia de Jesucristo, diciendo que
obedeció a su Eterno Padre hasta la muerte. Mas, en este
Sacramento, su obediencia ha ido más adelante, pues en él no
sólo quiso obedecer al Eterno Padre, sino también al hombre, y
no sólo hasta la muerte, sino cuanto dure el mundo: Hecho
obediente (puede decirse) hasta la consumación de los siglos.

El Rey de la gloria desciende del Cielo por obediencia al hombre;
y no parece sino que mora de continuo en los altares, también
para obedecer a los hombres, sin resistencia alguna. Allí está sin
moverse por sí mismo: permite que le pongan dondequiera, o
expuesto en la custodia, o encerrado en el Sagrario; deja que le
lleven a todas partes, por las calles y las casas; permite que le den
en la comunión, a quien quiera que lo pide, sea justo o pecador.

Mientras vivió en este mundo, dice San Lucas que obedecía a
María Santísima y a San José; pero en este Sacramento obedece
sin resistencia a tantas criaturas cuantos son los sacerdotes que
hay en la tierra.

¡Oh, Corazón amantísimo de mi Jesús, del cual salieron todos los
Sacramentos, y principalmente este Sacramento de amor!,
permitidme que hable con Vos hoy. Quisiera glorificados y
honraros tanto cuanto Vos glorificáis y honráis al Eterno Padre en
este Sacramento.

Bien sé que en ese altar estáis amándome con aquel mismo amor
que me tuvisteis cuando consumasteis en la Cruz el sacrificio de
vuestra divina vida en medio de tantas amarguras. Ilustrad, ¡oh
Corazón divino!, a los que no os conocen, para que os conozcan.
Librad del Purgatorio con vuestros merecimientos a aquellas
almas afligidas, que son ya vuestras eternas esposas, o, al menos,
aliviadlas.

Os adoro, os alabo, y os amo con todas las almas que actualmente
os están amando en la tierra y en el Cielo. ¡Oh, Corazón
purísimo!, purificad mi corazón de todo afecto desordenado a las
criaturas, y llenadle de vuestro santo amor. Poseed, ¡oh Corazón
dulcísimo!, todo mi corazón, de tal suerte, que de hoy en adelante
sea del todo vuestro y pueda decir siempre: Ninguna criatura
podrá jamás apartarnos del amor de Dios, que se funda en
Jesucristo nuestro Señor (Rom. 8, 39)

¡Oh Corazón Santísimo!, imprimid en el mío aquellos tan
amargos trabajos, que por tantos años soportasteis en la tierra por
mí con inmenso amor, a fin de que a vista de ellos anhele de hoy
en adelante, o a lo menos sufra por vuestro amor con paciencia
todas las penas de esta vida. Corazón humildísimo de Jesús, haced
que yo tenga parte en vuestra humildad. Corazón mansísimo,
comunicadme vuestra mansedumbre.

Quitad de mi corazón todo lo que no os agrade. Convertidle
enteramente a Vos, para que no quiera ni desee sino lo que Vos
queréis. Haced, en suma, que yo viva solamente para obedeceros.
Conozco que es mucho lo que os debo y que me tenéis muy
obligado. Poco haría en deshacerme todo y consumirme por Vos.

Jaculatoria. ¡Oh, Corazón de Jesús! Vos sois el único dueño de
mi corazón.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Dice San Bernardo que María es la celestial Arca en la cual nos
libraremos ciertamente del naufragio de la eterna condenación, si
en ella nos refugiamos a tiempo. Figura fue de María el arca en
que Noé se salvó del universal naufragio de la tierra. Pero Exiquio
dice que María es un Arca más amplia, más fuerte y más piadosa.
Pocos fueron los hombres y animales que aquella recibió y salvó;
mas esta nuestra Arca salvadora recibe a cuantos se acogen bajo
su pabellón, y a todos seguramente los salva.

¡Pobres de nosotros si no tuviésemos a María! Y sin embargo,
Reina mía, ¡cuántos se pierden!... ¿Y por qué? Porque no recurren
a Vos...Pues, ¿quién se perdería si a Vos acudiese?

Jaculatoria. Virgen Santísima, haced que siempre recurramos
todos a Vos.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

San Bernardo, ponderando el poder de San José en dispensar
gracias a sus devotos, se expresa así: "A algunos Santos ha sido
dado socorrer solamente en ciertos casos; mas no así a San José,
que puede prestar su socorro en cualquier necesidad, y defender a
todos los que recurren devotamente a ÉL". Y Santa Teresa
confirma exactamente lo mismo.

¡Oh, mi poderosísimo Abogado!, ya que Vos alcanzáis de
Jesucristo todo lo que queréis en favor de vuestros devotos,
alcanzadme la gracia de la oración, tan eficaz, que me haga orar
siempre como es debido.

Jaculatoria. Socorredme, San José poderoso, en todas mis
necesidades.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 26ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Alegraos con gran regocijo y alabad al Señor, moradores de Sión,
porque en medio de vosotros está el Grande, el Santo de Israel."
¡Oh, Dios! ¡Y qué gozo deberíamos tener los hombres, qué
esperanzas y qué afectos abrigar, sabiendo que en nuestra patria,
dentro de nuestras iglesias, cerca de nuestras casas, habita y vive
el Santo de los Santos, el verdadero Dios; Aquel que con su
presencia hace bienaventurados a los Santos en el Cielo; y que,
como dice San Bernardo, es el amor mismo.

Porque este Sacramento no sólo es Sacramento de amor, sino el
mismo amor, el mismo Dios que, por el inmenso amor que a sus
criaturas tiene, se llama y es el Amor: Dios es caridad. Mas oigo
que os lamentáis, ¡oh, Jesús mío Sacramentado!, de que habiendo
venido a la tierra para ser nuestro huésped, y por nuestro bien, no
os hemos recibido: Huésped era, decís, y no me recibisteis.

Razón tenéis, Señor, razón tenéis: yo soy uno de esos ingratos que
os dejan solo, sin venir siquiera a visitaros. Castigadme como
quisiereis; mas no con el castigo que merecería de verme privado
de vuestra presencia; no, Dios mío, que yo quiero enmendarme de
la descortesía y desatención con que os he tratado; y deseo de hoy
en adelante, no sólo visitaros a menudo, sino detenerme con Vos
cuanto pudiere.

¡Oh, piadosísimo Salvador! Haced que os sea fiel, y que con mi
ejemplo estimule a los demás a que os hagan compañía en el
Santísimo Sacramento. Oigo también al Eterno Padre, que dice:
Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis
complacencias. Pues si el mismo Dios en Vos halla todas sus
complacencias, ¿no las he de hallar yo, vil gusanillo de la tierra,
en permanecer con Vos en este valle de lágrimas?

¡Oh, fuego consumidor!, destruid en mí todo apego a las cosas
creadas, porque sólo ellas pueden hacerme infiel y alejarme de
Vos.

Si Vos queréis, podéis destruirlo: y ya que tanto habéis hecho por
mí, haced esto también; desterrad de mi corazón todo afecto que a
Vos no vaya encaminado. Mirad que a Vos enteramente me
entrego, dedicando hoy toda la vida que me queda al amor del
Santísimo Sacramento.

Vos, Jesús mío Sacramentado, seréis mi consuelo y mi amor, en
la vida y en la hora de mi muerte, cuando vengáis a servirme de
Viático y conducirme a vuestro bienaventurado reino. Amén,
amén. Así lo espero, así sea.

Jaculatoria. ¿Cuándo, Jesús mío, veré tu hermosísimo rostro?

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

En Vos, Madre nuestra santísima, hallamos remedio a todos
nuestros males. En Vos, dice San Germán, tenemos el apoyo de
nuestra flaqueza. En Vos, exclama San Buenaventura, la puerta
para salir de la esclavitud del pecado. En Vos, exclama San
Buenaventura, la puerta para salir de la esclavitud del pecado. En
Vos, nuestra segura paz. En Vos, como dice San Lorenzo
Justiniano, hallamos el alivio de nuestra mísera vida. En Vos,
finalmente, hallamos la gracia divina y a Dios mismo; y por eso
San Buenaventura os llama: Tronco de la gracia de Dios; y
Proco: Puente felicísimo por donde Dios, a quien nuestras culpas
alejaron, pasa a habitar con su gracia en nuestras almas.

Jaculatoria. ¡Oh, María!, Vos sois mi fortaleza, mi libertad, mi
paz y mi salvación.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José


Es indudable -escribe San Bernardino de Siena- que Jesucristo no
ha olvidado en el Cielo la familiaridad y el respeto que profesó en
la tierra a San José; al contrario, es de, creer que estos
sentimientos de un verdadero hijo para con su padre son al
presente más vivos y profundos."

Ayudadme, glorioso Patriarca, a alcanzar por vuestras súplicas el
perdón de mis pecados, y la gracia de borrarlos con digna
penitencia. Ayudadme a amar mucho a Jesús y a María y
alcanzadme especialmente la perseverancia final.

Jaculatoria. Haced, San José bendito, que viva y muera en
gracia de Dios.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 27ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Canta la Santa Iglesia en el oficio del Santísimo Sacramento: No
hay nación alguna, por grande que sea, que tenga a sus dioses
tan cerca de sí como lo está de nosotros nuestro buen Dios. Los
gentiles, oyendo hablar de las obras de amor de nuestro Dios
exclamaban: ¡Oh, qué Dios tan bueno es el Dios de los cristianos!
En verdad, aunque los gentiles fingían los dioses conforme a sus
caprichos, con todo, si leemos sus historias, veremos que, entre
tantas fábulas y tantos dioses inventados, nadie logró imaginar un
Dios tan enamorado de los hombres como lo es nuestro verdadero
Dios; el cual, para demostrar su amor a sus adoradores, y para
enriquecerlos de gracias, obró este prodigio de amor, de hacerse
nuestro perpetuo compañero, oculto de día y de noche en nuestro
altares, como si no supiese apartarse ni un instante de nosotros.

De esta suerte, Jesús mío dulcísimo, quisisteis hacer el mayor
milagro de todos para satisfacer el deseo extremado que tenéis de
estar continuamente a nuestro lado. Mas ¿por qué huyen los
hombres de vuestra presencia? ¿Y cómo pueden vivir tanto
tiempo lejos de Vos, o venir tan raras veces a visitaros? Si pasan
con Vos un cuarto de hora, paréceles un siglo por el tedio que
tienen. ¡Oh, paciencia de mi Jesús, cuán grande eres!... Sí, lo
entiendo, Señor mío; es tan grande, porque es grande a maravilla
el amor que tenéis a los hombres, y esto es lo que os obliga a
permanecer siempre entre tantos ingratos.

¡Ah, Dios mío!, que siendo infinito en vuestras perfecciones, sois
también infinito en el amor, no permitáis que en lo por venir sea
yo también uno de esos ingratos, como en lo pasado lo he sido.
Concededme el amor que a vuestros merecimientos y a mi
obligación corresponde.

Tiempo hubo en que yo también me cansaba de estar en vuestra
presencia, porque no os amaba, o porque os amaba muy poco;
mas si logro con vuestra gracia amaros mucho, entonces no me
cansaré de perseverar a vuestras plantas en este Sacramento.

¡Oh, Eterno Padre!, os ofrezco a vuestro mismo Hijo; aceptadle, y
por sus méritos dadme un amor tan tierno y ferviente al Santísimo
Sacramento, que cuando pase por alguna iglesia donde esté Jesús
Sacramentado, en Él piense y desee con ansia eficaz el momento
de ir a permanecer en su presencia.

Jaculatoria. Dios mío, por el amor de Jesús, dadme grande
amor al Santísimo Sacramento.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima


Es María aquella Torre de David, de la cual dice el Espíritu Santo
en el Cantar de los Cantares que está edificada con baluartes , y
tiene mil defensas y armas para socorro de los que a ella acuden.
Vos sois, pues, ¡oh, Santísima María!, la defensa fortísima, como
os llama San Ignacio Mártir, de cuantos se hallan en el combate.

¡Oh, qué asaltos me dan continuamente mis enemigos, para
privarme de la gracia de Dios y de vuestra protección, Señora mía
carísima! Pero Vos sois mi fortaleza; y no os desdeñáis, según
decía San Efrén, de combatir por los que en Vos confían.
Defendedme, que en Vos confía y espero.

Jaculatoria. ¡Oh, María, María, tu hermoso nombre es la
defensa mía!.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Escribía Santa Teresa: "Es cosa que espanta las grandes mercedes
que me ha hecho Dios, por medio de San José, de los peligros que
me ha librado, así de cuerpo como de alma... No he conocido
persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios,
que no la vea más aprovechada en la virtud... Sólo pido, por amor
de Dios, que lo pruebe quien no me creyere."

¡Oh, bienaventurado José!, alcanzadme la gracia de imitaros en la
vida espiritual; que aprenda a conversar con Dios y glorificarle
eternamente.

Jaculatoria. Ilustrad mi espíritu con el don de oración, glorioso
San José.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 28ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Habiéndonos dado Dios a su mismo Hijo, dice San Pablo, ¿cómo
podremos temer que nos niegue bien alguno? Sabemos que el
Eterno Padre todo cuanto tiene lo dio a Jesucristo. Agradezcamos,
pues, siempre la bondad, la misericordia, la liberalidad de nuestro
amantísimo Dios, que quiso enriquecernos con todos los bienes y
todas las gracias, dándonos a Jesús en el Sacramento del altar.

De esta suerte, ¡oh, Salvador del mundo!, ¡oh, Verbo humanado!,
puedo decir que sois mío enteramente, si quiero yo. Pero, ¿puedo
igualmente afirmar que soy todo vuestro, como Vos queréis? ¡Ah,
Señor mío!, haced que no se vea en el mundo el desconcierto e
ingratitud de que yo no sea vuestro cuanto Vos lo queréis. ¡Ah,
nunca más suceda! Si así fue en el pasado, no lo será en lo
venidero. Hoy resueltamente me consagro a Vos.

Os entrego para el tiempo y para la eternidad mi vida, mi
voluntad, mis pensamientos, mis acciones, mis padecimientos.
Vuestro soy enteramente, y como víctima a Vos ofrecida,
despídome de las criaturas, y por completo me dedico a Vos.
Abrasadme en las llamas de vuestro divino amor. No quiero, no,
que en mi corazón tengan ya parte las criaturas. Las señales con
que me habéis descubierto el amor que me teníais, aun cuando no
os amaba, me mueven a esperar que ciertamente me recibiréis
ahora que os amo, y que por amor a Vos me entrego.

Os ofrezco hoy, ¡oh, Eterno Padre!, todas las virtudes, actos y
afectos del Corazón de vuestro amado Jesús. Aceptadlos; y por
sus merecimiento, que todos son míos, pues Él me los ha cedido,
concededme la gracia que Jesús os pide para mí. Con estos,
merecimientos os doy gracias por tantas misericordias como
habéis usado conmigo. Con ellos satisfago lo que por mis pecados
debo. Por ello espero de Vos todas las gracias: el perdón, la
perseverancia, la gloria, y, sobre todo, el sumo don de vuestro
perfecto amor. Bien veo que yo soy quien a todo pongo
impedimento; pero aun esto, Vos lo remediaréis.

Os lo pido en nombre de Jesucristo; el cual nos prometió que nos
concedería cualquier cosa que os pidiéremos en su nombre. Así,
pues, no podéis negármelo. No quiero, Señor, sino amaros,
entregarme enteramente a Vos, y no ser ya ingrato como hasta
ahora lo fui. Miradme y oídme: haced que hoy sea el día en que
del todo me convierta a Vos, para nunca más dejar de amaros. Os
amo, Dios mío; os amo, bondad infinita; os amo, amor mío, gloria
mía, mi bien, mi vida y mi todo.

Jaculatoria. Jesús mío, todo mi bien; Vos me amáis y yo os
amo.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Cuanto alivio siento en mis miserias, y cuánto consuelo en mis
tribulaciones, y qué esfuerzo recibo en la tentación, no bien os
recuerdo y pido vuestro auxilio, ¡oh Santa y dulcísima Madre mía,
María! Sí; razón tenéis, ¡oh, Santos del cielo!, en llamar a mi
Señora: Puerta de atribulados; alivio de miserias; consuelo de
miserables; remedio de nuestro llanto, como decían san Efrén,
San Buenaventura y San Germán. Consoladme Vos, Madre mía;
véome lleno de pecados, cercado de enemigos, tibio en el amor de
Dios.

Consoladme, consoladme; y sea la consolación que me deis el
hacerme empezar una vida nueva, que verdaderamente agrade a
vuestro Hijo y a Vos.

Jaculatoria. Renovadme, Madre mía, renovadme, puesto que
podéis hacerlo.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Por la gracia del Señor, no hay al presente cristiano alguno que no
sea devoto de San José; pero entre todos ciertamente reciben
mayores gracias aquellos que más a menudo y con mayor
confianza se encomiendan a él. Pidámosle, pues, gracias, que
todas nos las alcanzará, siempre que sean útiles para nuestra alma.

Amado San José, yo os elijo, después de María, como principal
abogado y protector mío; por el amor que tenéis a Jesús y a
María, admitidme por vuestro siervo perpetuo.

Jaculatoria. Protector mío san José, atended siempre mis
súplicas.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 29ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Yo estoy a la puerta y llamo." ¡Oh, Pastor amantísimo, que por
amor de vuestras ovejas, no contento con morir una vez
sacrificado en el ara de la Cruz, quisisteis, además, quedaros
oculto en este divino Sacramento, en los altares de nuestras
iglesias, para estar siempre junto a nosotros y llamar a las puertas
de nuestros corazones y procurarnos en ellos la entrada!.

Si yo supiese gozar de vuestra íntima compañía, como vuestra
Santa Esposa, que decía (Cant. 2,3): ¡Sentéme a la sombra de
Aquel a quien mucho había deseado! ¡Ah, si yo os amase, si os
amase de veras, amabilísimo Jesús mío Sacramentado, cuánto
desearía no apartarme jamás del Sagrario, ni de día ni de noche; y
descansando allí, junto a vuestra Majestad, aunque encubierta
bajo la aparente sombra de las Sagradas Especies, probaría
aquellas celestiales delicias y aquel gozo que hallan las almas que
os aman mucho.

Atraedme, Señor, con el aroma de vuestra hermosura y del amor
inmenso que en este Sacramento me manifestáis. Y así, Salvador
mío, dejaré las criaturas y los placeres todos del mundo, y correré
hacia Vos.

¡Oh, qué frutos de santas virtudes dan a Dios, como plantas
nuevas, las almas venturosas que os visitan con amor en el Santo
Sagrario! Mas yo me avergüenzo de presentarme tan desnudo y
vacío de virtudes ante Vos, ¡oh, Jesús mío! Ordenado tenéis que
quien va al altar para honraros, no vaya sin algún don que
ofreceros... Pues ¿qué he de hacer? ¿Nunca presentarme a Vos
para visitaros?... No, que no es esto lo que os agrada. Vendré,
pobre cual soy, y Vos me proveeréis de los mismos dones que de
mi deseáis.

Veo que os quedasteis en este Sacramento, no sólo con el fin de
premiar a los que os aman, sino también para enriquecer a los
pobres con vuestros bienes.

Ea, pues, comenzad hoy. Os adoro, Rey de mi corazón, verdadero
amante de los hombres, Pastor enamoradísimo de sus ovejas,
acudo a este trono de vuestro amor; y no teniendo otro don que
ofreceros, os presento mi corazón miserable para que todo él
quede consagrado a vuestro amor y beneplácito. Con este corazón
puedo amaros; y con él quiero amaros cuanto pudiere.

Atraedle, pues, y unidle enteramente a vuestra voluntad; de suerte
que de hoy en adelante también yo pueda decir, lleno de gozo,
como vuestro amado discípulo decía, que estoy preso con las
cadenas de vuestro amor.

Unidme, Señor mío, del todo con Vos; haced que aun de mí
mismo me olvide, a fin de que llegue un día en que
venturosamente me desprenda de todas las cosas y hasta de mí
mismo, para hallaros a Vos solo, amándoos siempre. Os amo,
Señor mío Sacramentado; a Vos me entrego, A vos me uno, haced
que os encuentre, haced que os ame, y nunca os apartéis de mí.

Jaculatoria. Jesús mío, Vos solo me bastáis.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

San Bernardo llama a María: Camino real para hallar al salvador
y la salvación. Si es cierto, pues, ¡oh, Reina!, que sois, como el
mismo Santo dice, quien conduce nuestras almas a Dios, no
esperéis que yo a Dios me dirija si no me lleváis en vuestros
brazos. Llavadme, llevadme; si resistiere, llevadme a la fuerza.
Con los dulces atractivos de vuestra caridad, obligad cuanto
podáis a mi alma, a mi rebelde voluntad, para que deje las
criaturas, y busque sólo a Dios y su voluntad santísima.

Mostrad al Paraíso cuán poderosa sois. Mostrad, entre tantos
prodigios, esta otra maravilla de vuestra misericordia, uniendo
enteramente con Dios a quien tan lejos de Dios estaba.

Jaculatoria. ¡Oh, María, podéis hacerme santo; de Vos lo
espero!.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Cuando Jesús vivía en la humilde casa de Nazaret, si un pobre
pecador hubiese deseado obtener del Señor el perdón de sus
pecados, ¿hubiera por ventura, podido hallar intercesor más
poderoso que José? Si queremos, pues, reconciliarnos con Dios,
recurramos a este Santo Patriarca.

¡Oh, glorioso San José!, ayudadme a alcanzar de la divina bondad
no sólo el perdón de mis pecados, sino también la gracia de no
ofender jamás, ni aun ligeramente, a mi amado Señor.

Jaculatoria. Por Vos, protector mío, espero alcanzar el perdón y
la perseverancia.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 30ª


Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Por qué escondéis vuestro rostro?" Temor grande sentía el santo
Job al ver que Dios le escondía su divina cara; mas el saber que
Jesucristo oculta su Majestad en el Santísimo Sacramento no debe
causarnos temor, sino antes bien amor y confianza que
precisamente con el fin de acrecentar nuestra confianza y
patentizarnos más su amor, se quede oculto en los altares bajo las
especies de pan: Ocultando Dios su rostro en la Eucaristía, dice
Novarino, nos descubre su amor.

Porque, ¿quién se atrevería jamás a llegarse a ÉL confiadamente,
y manifestarle sus deseos y afectos, si el Rey del Cielo
descubriera en el altar los esplendores de su gloria?

¡Ah, Jesús mío! ¿Qué invención pudo haber más amorosa que
esta del Santísimo Sacramento, en el cual os ocultáis bajo las
especies de pan, a fin de que os amen y puedan hallaros en la
tierra cuantos lo deseen? Razón tenía el Profeta al decir que
clamasen los hombres y pregonaran y publicaran por todo el
mundo hasta qué punto llegan las invenciones del amor que nos
tiene nuestro buen Dios.

¡Oh, Corazón amantísimo de mi Jesús, digno de poseer todos los
corazones de las criaturas! ¡Corazón lleno, siempre lleno de
llamas de purísimo amor; fuego consumidor, abrasadme del todo
y dadme nueva vida de amor y de gracia! Unidme a Vos de tal
modo que nunca me sea dado apartarme de vuestra amistad.

¡Oh, Corazón abierto para ser refugio de las almas, recibidme!
¡Corazón tan atormentado en la Cruz por los pecados del mundo,
dadme verdadero dolor de todas mis culpas! Sé que en este divino
Sacramento conserváis los mismos sentimientos de amor que por
mí tuvisteis al morir en el Calvario; y que por esto tenéis grande
deseo de unirme enteramente a Vos.

¿y será posible que aún me resista a entregarme del todo a vuestro
amor y deseo? Oh, amado Jesús mío! Por vuestros merecimientos,
heridme, prendedme, atadme, unidme todo a vuestro Corazón.
Resuelvo en este día, aydado de vuestra gracia, complaceros
cuanto pudiere, pisoteando todos los respetos humanos,
inclinaciones, repugnancias, todos mis gustos y comodidades que
pudieran impedirme el contentaros por entero.

Haced Vos, Señor mío, que así lo ejecute, de suerte que de hoy en
adelante todas mis obras, sentimientos y afectos se conformen
enteramente con vuestro beneplácito.

¡Oh, amor de Dios, arrojad de mi corazón los demás amores!¡Oh,
María, mi esperanza, que con Dios todo lo podéis, alcanzadme la
gracia de que sea hasta la muerte siervo fiel del puro amor a
Jesús! Amén, amén. Así lo espero; así sea en esta vida y en la
eternidad.

Jaculatoria. ¿Quién podrá apartarme del amor de Cristo?

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Testifica San Bernardo que la caridad de María para con nosotros
no puede ser ni mayor ni más poderosa de lo que es en sí: por lo
cual siempre generosamente nos compadece con sus afectos, y
nos asiste con su poder. Siendo, pues, purísima Reina mía, rica en
poder y rica en misericordia, podéis y deseáis salvarnos a todos.

Os diré, pues, hoy y siempre, con las palabras del devoto Blosio:
¡Oh, María Santísima!, en esta gran batalla que con el infierno
tengo empeñada, ayudadme siempre, y cuando veáis que me hallo
vacilante y próximo a caer, tendedme entonces, ¡oh, Señora mía!,
aún más presto vuestra mano, y sostenedme con más fuerza.

¡Oh, Dios, cuántas tentaciones me quedan que vencer hasta la
hora de la muerte! ¡Oh, María, mi esperanza, mi refugio, mi
fortaleza!, no permitáis que pierda la gracia de Dios, pues
propongo acudir siempre y en seguida a Vos en todas las
tentaciones diciendo:

Jaculatoria. ¡Ayudadme, María...; María, ayudadme!.

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José


La gracia más preciosa que San José obtiene para los devotos que
le sirven fielmente, es un tierno amor hacia el Verbo encarnado,
nuestro amabilísimo Redentor. Alcanzadme, Santo Patriarca, la
mayor de las gracias, esto es: un tierno y constante amor a
Jesucristo.

Jaculatoria. En el amor a Jesús, sed siempre mi guía, san José
amantísimo.

Se lee la Oración a San José para todos los días


Visita 31ª

Se lee la Oración preparatoria para todos los días

Oh, cuán hermoso espectáculo ofreció nuestro dulce Redentor
aquel día, en que, cansado del viaje, se sentó junto a la fuente de
Jacob, esperando benigno y amoroso a la Samaritana para
convertirla y salvarla!

Pues de igual manera, descendiendo ahora el mismo Señor todos
los días desde el cielo a nuestro altares, como a otras tantas
fuentes de gracias, dulcemente se entretiene con nosotros,
esperando y convidando a todas las almas a que le hagan
compañía, siquiera por algún tiempo, con el fin de atraerlas de
esta suerte a su perfecto amor.

Desde los altares, donde reside Jesús Sacramentado, parece que
nos habla, y a todos nos dice: "Hombres, ¿por qué huís de mi
presencia? ¿Por qué no venís y os acercaís a Mí, que os amo
tanto, y que por vuestro bien estoy aquí tan humillado? ¿Qué
teméis? No he venido ahora a la tierra para juzgaros; antes bien
me oculto en este Sacramento de amor con el único fin de hacer
bien y salvar a todos los que a Mí recurran."

Entendamos, pues, que así como en el Cielo Jesucristo vive
siempre para interceder por nosotros, así también en el
Sacramento del altar está continuamente, de noche y de día,
haciendo el piadoso oficio de abogado nuestro, y ofreciéndose
como Víctima al Eterno Padre para alcanzarnos su misericordia e
innumerables gracias. Por esto decía el devoto Kempis, que
debemos llegarnos a hablar con Jesús Sacramentado, sin temor a
sus castigos, y sin ningún recelo, sino como habla un amigo con
otro amigo amado.

Pues ya que me lo permitís, dejad, ¡oh, invisible Rey y Señor
mío!, que os abra confiadamente mi corazón, y os diga: ¡Oh,
Jesús mío, enamorado de las almas!, bien conozco el agravio que
os hacen los hombres. Los amáis y no sois amado; les hacéis bien,
y recibís desprecios; queréis que oigan vuestra voz, y no os
escuchan; les ofrecéis vuestras gracias, y no las admiten.

¡Ah, Jesús mío! ¿Y será verdad que también yo hice un tiempo
causa común con tales ingratos para ofenderos?... ¡Oh, Dios mío,
verdad es! Pero tengo deseo de entenderme y quiero reparar, en
los días que de vida me restan, los pesares que os he causado, y
hacer todo cuanto pudiere para agradaros y complaceros.

Decid, Señor, lo que de mí queréis: que todo quiero hacerlo sin
reserva; hacédmelo saber por medio de la santa obediencia, y
espero ejecutarlo. Dios mío, resueltamente os prometo nunca
omitir desde hoy cosa alguna que entienda ser de vuestro mayor
agrado, aunque tuviese que perder todas las cosas: parientes,
amigos, estimación, salud y la misma vida.

Piérdase todo, con tal que os agrade a Vos. ¡Dichosa pérdida,
cuando todo se pierde y sacrifica por contentar vuestro Corazón!
¡Oh, Dios de mi alma! ¡Oh, sumo Bien amabilísimo sobre todos
los bienes! Os amo; y para amaros, uno mi pobre corazón a todos
los corazones con que os aman los Serafines; lo uno al Corazón
de María, al Corazón de Jesús. Os amo con todo mi ser, y
únicamente a Vos quiero amar siempre.

Jaculatoria. ¡Dios mío, Dios mío, vuestro soy, y Vos sois mío!.

Se lee el Acto para la Comunión espiritual para todos los días

Visita a María Santísima

Dice el Beato Amadeo, que nuestra Santísima Reina María está
continuamente ejercitando en la presencia divina el oficio de
abogada nuestra, e intercediendo con sus oraciones, que son para
con Dios poderosísimas; porque como ve nuestras miserias y
peligros, la clementísima Señora se compadece de nosotros y nos
socorre con amor de madre.

De suerte que ahora mismo, ¡oh, Madre amorosísima y abogada
mía!, veis las miserias de mi alma y mis peligros, y estáis rogando
por mí. Rogad, rogad; y no dejéis nunca de rogar por mí hasta que
me veáis salvo, dándoos humildes gracias en el Cielo.

Díceme el devoto Blosio que Vos, ¡oh, María dulcísima!, sois,
después de Jesús, la salvación segura de vuestros siervos fieles.
¡Ah!, hoy os pido esta gracia: concededme la dicha de ser vuestro
esclavo fiel hasta la muerte, para que después de esta vida vaya a
bendeciros en el Cielo, seguro de que jamás habré de apartarme
de Vos.

Jaculatoria. ¡Oh, María, Madre mía, haz que sea tuyo siempre!

Se lee la Oración a María Santísima para todos los días

Visita al Patriarca San José

Todos los cristianos saben que San José es el abogado de los
moribundos y el protector de la buena muerte, ya que Él tuvo la
envidiable suerte de morir en los brazos de Jesús y e María. Sus
devotos deben, pues, esperar que en aquel supremo trance, vendrá
acompañado de Jesús y de María para asistirnos.

Amabilísimo San José, yo, miserable, imploro desde hoy vuestro
patrocinio para aquel último instante de mi vida. Alcanzadme la
gracia de morir con la muerte de los justos, en los brazos de Jesús
y de María.

Jaculatoria. Rogad por mí, bendito San José, ahora y en la hora
de mi muerte.

Se lee la Oración a San José para todos los días