Oh Jesús, Sacerdote Eterno, que en tu infinita bondad y providencia te dignas escoger de entre los hombres a los que llamas al estado sacerdotal, para que se ocupen de las cosas que pertenecen a Dios, que son tus intereses divinos y eternos. Mira cuán sensible y desventajoso es para tu Iglesia la disminución de los jóvenes que aspiran al sacerdocio, y cuántos pueblos hay que no tienen el suficiente número de sacerdotes para satisfacer su necesidad de Dios. Las tentaciones utilitaristas de la época y el sensualismo de la vida, ha matado en los jóvenes la fe y las aspiraciones a lo sabrenatural, sólo buscan las ventajas y las comodidades personales que los arrastran al placer... y al dinero, que proporciona el placer. Crece el ejército de los que marchan con la mirada fija y obsesionada en los bienes de la tierra, olvidados de los bienes eternos del cielo. Dígnate oir nuestra humilde oración en beneficio de tu Iglesia, y multiplica en favor de tus seminaristas las gracias qe necesitan para perseverar y que sean sacerdotes según tu corazón; amantísimos de la humildad, de la pureza, de la obediencia y de las almas que redimiste con tu preciosa sangre. Virgen Santísima, Inmaculada María, presenta a tu Hijo Jesús nuestra humilde súplica, para que los seminaristas de todo el mundo, de manera particular los de nuestra arquidiocesis, sean santos de verdad y fieles a la gracia de su vocación.